Ni las FFAA de manera individual ni el Estado Mayor Conjunto han escuchado de boca de su Comandante en Jefe una clara definición del para qué de su existencia. Por Do-Tank Tabula Rasa*

“Si no sabes a dónde vas, cualquier camino te llevará allí”, escribía Lewis Carroll en Alicia en el país de las Maravillas. Durante las últimas décadas las Fuerzas Armadas (FFAA) han sabido qué es lo que NO deben hacer, dónde NO deben tener injerencia, con quién NO deben relacionarse, qué armamento NO deben poseer, qué NO es objeto de tareas de inteligencia; en síntesis, para que NO las quiere el Estado.

Las FFAA han dado sobradas muestras de que comprenden el concepto del control civil de la Defensa. Este es un concepto asimilado, respetado y no cuestionado.

NO se les expresó el PARA QUÉ de su existencia. NUNCA recibieron definiciones concretas respecto de PARA QUÉ debían estar organizadas, equipadas y adiestradas. Menos aun, DÓNDE y CÓMO serían empleadas.

Más de dos generaciones han buscado, cual adolescente que trata de interpretar lo que su padre pretende de él, cuál era su función, su esencia, su finalidad, sin lograrlo. El Instrumento Militar permaneció en un estado de inercia; recurriendo a diferentes estrados cual si fuesen el oráculo de Delfos para escuchar algo sobre su futuro.

Sin éxito, han arriesgado una interpretación de para qué las quiere el Estado. Así, de los discursos de inauguración de las sesiones ordinarias del Congreso, de las palabras expresadas en la Cena de Camaradería, de discursos pronunciados en los Aniversario de cada Fuerza y de las expresiones públicas de los distintos Presidentes o Ministros de Defensa, los militares (de manera independiente y cada Fuerza por su lado) han interpretado y definido, a modo de “intermediario entre La Voz y los acólitos” lo que se quiere de ellas, extrayendo conclusiones sobre PARA QUÉ están. Sin una finalidad clara y perdida en el horizonte la posibilidad de participar en un conflicto armado como parte beligerante, el sentido de su formación se ha desvanecido.

Ni las FFAA de manera individual, ni el Estado Mayor Conjunto han escuchado de boca de su Comandante en Jefe, una clara definición del PARA QUÉ de su existencia. NUNCA se les ha dicho, cara a cara, mirándose a los ojos, qué es lo que se espera de ellas. De esta manera, la falta de una MISIÓN clara les ha impedido determinar CÓMO y CON QUÉ.

La ausencia de MISIÓN sumergió a las FFAA en años de vaivenes sin rumbo en sus compras y en una agónica repetición de rutinas y costumbres en lo que se refiere a su instrucción. Esto en su esencia ha implicado una pérdida paulatina de sentido.

Nadie debería sorprenderse por el alto porcentaje de la partida presupuestaria que se destina al pago de sueldos, ni por el estado de mantenimiento de los elementos que el Estado les entregó hace más de 50 años para pelear una guerra que nunca fue definida y que hoy no existe la más mínima posibilidad de que se pelee; y tampoco el Estado y el Pueblo de la Nación deberían sorprenderse porque sus FFAA no estén en condiciones de ser empeñadas en combate y se encuentren en una situación terminal.

Una Nación con proyección y planes de desarrollo, define Políticas de Estado que diseñan los futuros deseados y, sin lugar a duda, determina con claridad el PARA QUÉ de sus organizaciones.

No debería sorprendernos la falta de una Política de Defensa; lo que sí es preocupante es la poca voluntad para reclamar aquello que orienta y da sentido al profesional militar: su MISION.

Quebrada la voluntad de saber PARA QUE existen, sólo resta preguntarse quién ejercerá el liderazgo para crear el futuro.

*(Luis Soage, César Yagüe y Daniel Martella)