DEF dialogó con Luciana Alonso, directora de Eutopía, proyecto que busca implementar un modelo de cambio educativo en el nivel secundario en escuelas de la ciudad de Buenos Aires.
Luciana Alonso, magister en Educación y Tecnología por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) y profesora de Psicopedagogía de la Universidad del Salvador, es directora del proyecto Eutopía, una iniciativa estratégica de la Vicaría Episcopal de Educación del Arzobispado de Buenos Aires, en alianza con la Fundación Telefónica Movistar y la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI), que se encuentra en su tercer año de desarrollo. Alonso, quien también se desempeña como coordinadora general de la Plataforma de Aprendizajes de la Unidad de Evaluación Integral de Calidad y Equidad Educativa (UEICCE) de la Ciudad de Buenos Aires, dialogó con DEF sobre este prometedor proyecto.
-¿Por qué eligieron el nombre Eutopía para este proyecto?
-Eutopía significa “buen lugar”. Creemos que la escuela lo es, pues como institución social es el mejor lugar donde pueden estar hoy los niños y jóvenes, pensando en la igualdad de oportunidades y en la construcción de una ciudadanía responsable. Creemos que la escuela sigue teniendo ese mandato fundacional de formar en la cultura.
-¿Cómo nació el proyecto?
-Fue una convocatoria pública a las escuelas que deseaban transformarse, porque nuestro espíritu es la transformación de las escuelas desde las bases, desde las propias comunidades escolares, lo que impacta en el sistema. A diferencia de otros cambios que se producen en los sistemas educativos locales, regionales y mundiales donde generalmente las que posibilitan los cambios son las políticas públicas, hay distintos lugares del mundo donde las escuelas están asumiendo un protagonismo social en esa transformación. Queríamos que la Ciudad de Buenos Aires tuviera la oportunidad de generar conocimiento local, que no tiene que ver solamente con estudiar y ver qué pasa en otros lados del mundo para aprender de otras experiencias. Finlandia puede ser Finlandia por los finlandeses, pero nosotros, los porteños y los argentinos, tenemos la capacidad de construir un conocimiento legítimo y válido acerca de los cambios educativos. Esa es la vocación con la que nace el proyecto, que surge de una alianza institucional entre la Vicaría Episcopal de Educación del Arzobispado de Buenos Aires, la Fundación Telefónica Argentina Movistar, ProFuturo de España y, finalmente, el apoyo de un organismo de cooperación internacional como es la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI). Esta alianza es representativa, dado que el cambio social implica que participen los distintos sectores: el tercer sector, los organismos internacionales, las escuelas y todos los segmentos sociales. Para ello hicimos una convocatoria pública a todas las escuelas de gestión estatal y privada que desearan comprometerse a tres años en la construcción de un modelo de transformación.
-¿Cuáles fueron los primeros pasos de acción de Eutopía?
-El primer año participaron 60 escuelas en la convocatoria, de las cuales, para fines de 2017 conformamos una muestra de 16 escuelas. Los criterios de selección para la conformación de la muestra tenían que ver, por un lado, con representatividad territorial, o sea, que estuviera representada toda la Ciudad de Buenos Aires. Por otro lado, nos propusimos que hubiera diversidad de escuelas en cuanto a los segmentos poblacionales que atendían. En la muestra hay escuelas que ubicadas en villas de emergencia, pero también escuelas que atienden segmentos poblacionales con distintos recursos económicos, como Belgrano y Palermo; lo que da cuenta de la heterogeneidad de la conformación de la población que integra el proyecto. Esta pluralidad educativa nos permitió conformar un modelo para dar respuesta a distintas realidades, par lo cual era clave que tuviéramos el compromiso de las escuelas de que los equipos directivos se mantuvieran por tres años.
-¿Por qué se requería mantener a los directivos por tres años?
-Este no es un tema menor, ya que muchas veces el proyecto apunta al liderazgo transformacional de los directivos. Como movilidad de esos cargos es alta, sobre todo en el sistema estatal, todo el tiempo tenemos que volver a empezar.
-¿Cuál fue el siguiente paso?
-Durante 2018 nos dedicamos a diseñar lo que serían los prototipos de cambios, con muchas instancias de formación, con mucho acompañamiento académico y mucha generosidad de distintos sectores de las universidades de Buenos Aires y de San Andrés, que se comprometieron también con el cambio. Este año, esas escuelas están implementando dispositivos pedagógicos bastante innovadores, los que estamos implementando y evaluando para poder construir un marco teórico y una pedagogía de Eutopía que permita compartir nuestros aprendizajes con el resto de las escuelas de Buenos Aires a fin de año.

-Sí tuviera que hacer un diagnóstico del estado actual de la educación, ¿qué destacaría?
-El modelo de escuela secundaria se siente interpelado con respecto a que estamos formando a los chicos en las habilidades, en las capacidades necesarias para enfrentar situaciones en las que ellos van a salir a participar activamente. Me parece que hay una pregunta legítima acerca de que el futuro es bastante incierto en términos de carreras profesionales o lo que ofrece también el campo laboral. Hoy en día los chicos tienen que salir con algunas competencias de la escuela que hablan de aprendizaje para la colaboración, para la comunicación, para la ciudadanía, para poder recrearse y reinventarse, sobre todo pensando en el futuro. Me parece que la escuela tiene esa responsabilidad, lo que hace que los docentes trabajemos por el futuro. Nosotros como docentes tenemos que proveer a los estudiantes de esas competencias. Hoy nos hacemos preguntas y lo estamos haciendo de un modo objetivo.
-¿Cuál es la proyección a futuro de este proyecto?
-Emergieron este año estos nuevos dispositivos, que estamos estudiando y empezamos a compartir. Por eso habrá tres espacios de “diálogos eutópicos”, donde participarán especialistas de otras redes regionales y locales, para que podamos entre todos concluir cuáles son los impulsores de un cambio cultural que pueda hacer escalable el modelo. La perspectiva de Eutopía es que pueda escalar a más escuelas y este conocimiento que pudimos construir estas primeras 16 pueda generar una red más amplia. Estoy segura que el cambio no es posible si no es en red, validado por la Universidad de Buenos Aires, específicamente la carrera de Ciencias de la Educación de la Facultad de Filosofía y Letras. La fortaleza de trabajar entre escuelas, en dialogo con el sistema, por ejemplo, con el Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, genera más condiciones de implementación necesarias para que estos cambios acontezcan y puedan escalar a más escuelas en 2020.
-¿Qué desafíos plantea el desafío educativo actual y qué rol ocupan los docentes y las familias en el modelo planteado por Eutopía?
-Los docentes y los estudiantes tienen un rol protagónico a la hora de poder, al menos, reflexionar sobre las prácticas de enseñanza, que implican nuevos dispositivos y formas de posicionamiento del aprendizaje y de la enseñanza, donde el protagonismo es de los estudiantes. Queremos construir un espacio donde realmente los chicos puedan tener mayores posibilidades de diferenciación, ya que no todos aprendemos lo mismo y al mismo ritmo, sino que los chicos tienen que poder elegir, implicarse en su propio aprendizaje y cambiar de un modelo más basado en la reproducción del conocimiento por áreas disciplinares a otro en el que podamos estudiar problemas y el desarrollo de capacidades y competencias que pongan en juego el saber disciplinar y le permitan a los chicos comprender el mundo, descubrir y desarrollar sus propias habilidades. Ese cambio es cultural e implica que los docentes se involucren desde otro lado para el ejercicio profesional. Lo bueno es que lo están haciendo: contamos con una red de más de 80 docentes que están sistemáticamente diseñando nuevas prácticas, recreando el saber didáctico y dándole mayor protagonismo a los estudiantes.
-¿Cómo participaron las familias en las etapas iniciales?
-Con ellos hubo instancias más consultivas, acerca de que esperaban de la escuela. En eso hay un cambio de expectativas, donde generalmente la mirada era otra. Yo trabajo en escuelas hace veinticinco años como directora, y directora general de escuelas, y antes había una expectativa de los padres respecto al acceso a la universidad. Yo creo que hoy eso nos queda corto, no alcanza solamente con que los chicos accedan al nivel superior de formación, sino que deben poder desarrollar algún otro tipo de habilidades, y sobre todo reinventarse para un futuro incierto. Esto también empieza a calar en los padres, que empiezan a buscar una escuela que formen chicos que se hagan preguntas, que puedan involucrarse en sus propios intereses, que los puedan descubrir en la escuela, y me parece que cuando uno habla con los estudiantes se encuentra también con esto. Los chicos ven el futuro con cierto temor, como algo que les va a pasar. En otras generaciones te encontrabas con un idealismo de los estudiantes, de “vamos a cambiar el mundo”, y eso hoy en día se perdió, por lo que hay que empoderarlos y decirles que el futuro va a ser lo que nosotros podamos construir y ellos tienen un lugar central en esa construcción. Los estudiantes tuvieron voz y participaron en todas las etapas.

-Por último, ¿la tecnología será parte de las escuelas del futuro? ¿De qué forma?
-Desde ya, existirá un componente de cultura digital, que está contemplado en nuestro proyecto y tiene que ver con que la escuela tiene que poder dar respuesta a los reconocimientos que hay en los cambios culturales. Si no nos distanciamos mucho de la realidad y lo que sucede es que los chicos vienen a la escuela, pero estamos muy lejos de donde están ellos, por eso ser aliados de la tecnología es tan importante. Estar cerca de sus intereses, de sus prácticas, de su cultura, debe ser una prioridad. La distancia debe achicarse y la escuela puede alojar desde las prácticas de enseñanza esos reconocimientos culturales, y ahí se convertirá en un buen lugar donde estar, los chicos quieren la escuela en la medida que tenga sentido lo que hacen en ella.