A fin de brindar oportunidades a los jóvenes que necesitan insertarse en el mundo del trabajo, la Fundación Pescar construye alianzas con los sectores públicos y privados, fortaleciendo el vínculo entre educación y empleo.
El mundo es de los jóvenes. Se imponen, por mencionar solo algunas características, sus costumbres, sus gustos, sus particularidades idiomáticas, como se evidencia al ver a quién va destinada la publicidad de la enorme oferta consumista de los medios de comunicación. Sin embargo, basta despejar un poco los fuegos artificiales que parecen rodear esta franja etárea para comprender que se trata de una realidad relativa y desigual.
Un ámbito clave para corroborar esta certeza es el referido al mundo de la educación y del empleo. Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la crisis laboral es cada vez más grave. A nivel global, los jóvenes tienen “tres veces mayores probabilidades de estar desempleados que los adultos, y casi 73 millones de jóvenes en el mundo están buscando trabajo”. La OIT ha advertido sobre el riesgo de una generación de trabajadores jóvenes “marcada” por una mezcla peligrosa de alto desempleo, creciente inactividad y trabajo precario en los países desarrollados, y de un aumento de trabajadores pobres en el mundo en desarrollo.
A nivel local, la situación es similar. Ingresar en el mundo del trabajo, conseguir cierta independencia económica y pasar de ese modo a formar parte del mundo de los adultos es en la actualidad una utopía. Aunque existe un sector privilegiado cuya formación universitaria es la llave de ingreso a su desarrollo profesional, para la mayoría de nuestros jóvenes es una buena noticia poder acceder a un trabajo precario, en negro e inestable. Y cuando hablamos de precariedad laboral estamos hablando también de la imposibilidad de crecimiento personal, de lograr un nivel de vida digno y de integrarse social y económicamente.
Las cifras hablan por sí solas. Según diversos organismos de nuestros país –INDEC, Poliarquía, Instituto para el Desarrollo Social Argentino–, alrededor del 15 por ciento de los jóvenes ni estudia ni trabaja. Y en cuanto a la formación en sí misma, un informe de la Unesco indica que solo el 43 por ciento de los estudiantes termina el secundario en la Argentina, hecho que lo transforma en el país con más bajas tasas de graduación a nivel secundario, detrás de Perú, Chile, Colombia, Bolivia, Paraguay y Ecuador.
Bajo el lema de Lao Tsé, “Si quieres quitar el hambre a un hombre dale un pez; pero si quieres que no vuelva a tener hambre, enséñale a pescar”, la Fundación Pescar Argentina –preocupada por la problemática de la inserción laboral efectiva en los jóvenes de escasos recursos– dedica sus esfuerzos a fortalecer el vínculo entre educación, juventud y empleo.
Un poco de historia
El principal responsable de este proyecto es el empresario Edgardo Palmero, quien durante un viaje a Brasil conoció el trabajo realizado por la “Fundaçao Proyeto Pescar Brasil”, organización que en la actualidad tiene 34 años de trayectoria y cuyo objetivo es buscar soluciones frente a los grandes problemas nacionales como el desempleo, la pobreza, la exclusión social y la violencia. En 2003, junto a Silvia Uranga –Asociación Conciencia–, Fernando Lucero Smith –Universidad del Salvador– y Eduardo Novillo Astrada –Cinema Village– lograron implementar este proyecto en la Argentina. “El primer centro funcionó en mi propia empresa y a partir de entonces fuimos sumando otras entidades que se interesaron en la propuesta”.
¿De qué se trata Pescar? De un programa orientado a la implementación de centros educativos, donde se brinda formación personal y laboral a adolescentes y jóvenes de escasos recursos a fin de equiparar oportunidades en un mundo cada día más competitivo. “A lo largo de casi doce años, hemos avanzado hasta lograr un alto grado de profesionalización, consolidando un grupo de trabajo que en la actualidad tiene vida y alma propia, además de poseer una visión clara y práctica de cómo educar para el trabajo, dicho de otro modo de qué manera promover la inclusión social a través del empleo”, explica Palmero.
-Según su experiencia, ¿cómo evalúa el desempeño de la educación tradicional en cuanto a la inserción de los alumnos en la sociedad?
–No me gusta explayarme en este tema porque no soy especialista, pero a grandes rasgos considero que la escuela pública no logra brindar las herramientas indispensables para que los jóvenes armen su propio proyecto de vida. Mientras que en las instituciones escolares enseñan un conocimiento tradicional, en Pescar tratamos de enfocarnos en su futuro, tanto laboral como educativo, estimulándolos a desarrollar actitudes de convivencia y ciudadanía, a recuperar la cultura del trabajo y favorecer su inclusión social plena.
-¿Cómo reacciona la familia ante esta propuesta?
-Suele ser contenedora y apoya a sus hijos porque ven que se trata de una gran oportunidad. En general son chicos que vienen de familias humildes, cuyos padres en muchos casos no terminaron la primaria o, a veces, el nivel secundario. Por ello es muy importante su paso por nuestros centros y su pertenencia durante nueve meses a las empresas. Conocer ese mundo desde adentro y comprobar que con estudio y esfuerzo pueden formar parte de él es muy motivador. Por ello estoy convencido de que nuestro trabajo, lejos de ser asistencial, genera un cambio profundo, y de que un alto porcentaje de los chicos no son los mismos al salir de Pescar.
-¿Dónde funcionan los Centros Pescar?
-Funcionan dentro de las empresas, a través del modelo de franquicia social, y constituyen la Red Pescar, que en la actualidad posee alcance nacional. Nuestra Fundación tiene una fuerte relación con diversas ONG, con organismos gubernamentales especializados en temas vinculados al desarrollo y la educación. También es fundamental nuestro vínculo con el Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA) y en especial con la Universidad del Salvador (USAL), que participa directamente en el Consejo y es una permanente guía pedagógica.
MANOS A LA OBRA
Acerca de los programas específicos llevados a cabo por la Fundación, conversamos con Silvia Uranga, directora general de Pescar. “A través de nuestra red de centros distribuidos a lo largo y ancho del país, capacitamos anualmente a cientos de jóvenes en alianza con diferentes empresas, comprometidas en brindar oportunidades de crecimiento a los alumnos que al terminar la escuela necesitan un empleo formal”, afirma.
El programa más importante de la Fundación es el de los Centros Educativos, que funcionan dentro de las empresas. Silvia Uranga explica que, además de financiar el proyecto, deben habilitar un lugar donde realizar la capacitación, designar una persona que va a desempeñarse como orientador –alma mater del programa– y elaborar junto a los especialistas de Pescar la currícula. “Un 40 por ciento está dedicado a la capacitación personal, un 20, transversal a todo, destinado al uso de nuevas tecnologías, y un 40 por ciento está a cargo de voluntarios de la empresa que se enfocan en las habilidades que queremos que adquieran. En este espacio realizan una rotación por las distintas áreas de la empresa”. Durante nueve o seis meses, según el caso, los alumnos concurrirán cinco días a la semana capacitarse a contraturno de la escuela, sin tener un solo gasto ya que almuerzan allí y reciben viáticos. Acerca de cómo convocan a los interesados, relata que visitan las escuelas cercanas, explican el proyecto a directivos, padres y alumnos, y estos se anotan libremente. El segundo paso consiste en una entrevista personal rigurosa, ya que no suelen tener más de 20 o 25 lugares y los postulantes son muchísimos más. “Trabajamos con chicos de quinto año, próximos a recibirse, y fundamentalmente tenemos en cuenta la situación económica –chicos de escasos recursos–, la aptitud y el compromiso. Un tema clave es que no aceptamos la deserción escolar porque nuestra fundación no reemplaza la escuela sino que la ayuda. El objetivo es brindarles una oportunidad que no tendrían de otro modo, y los resultados son increíbles”.
Para aquellos alumnos que no van a las empresas, y por pedido de los directivos de las escuelas, nació otro programa denominado “Mi futuro es mi trabajo”, una capacitación realizada en la misma institución escolar que a través de unos pocos encuentros apunta a brindar una capacitación similar a la recibida en los centros. “Es una especie de compendio, les damos un manual para que sepan armar un curriculum, tratamos de que conozcan que tienen múltiples opciones, carreras cortas, etc. Los empleados de las empresas cuentan sus experiencias, muchos de ellos estudiaron de grandes, por ejemplo, explican cómo fueron creciendo laboralmente paso a paso. Es un gran aprendizaje para los chicos”, sintetiza la directora de Pescar.
-¿Trabajan solo con adolescentes?
-No, colaboramos con el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en un proyecto de capacitación en oficios para adultos para gente que está fuera del circuito del trabajo. Para nosotros fue un gran desafío, porque nuestra especialidad son los jóvenes de 18 a 25 años, y estamos muy contentos. Además de las habilidades en algún oficio en particular –cocinar, coser, pintar, trabajar el cuero, arreglar computadoras, por mencionar solo algunas–, aprenden a trabajar en equipo, cómo organizar los horarios, cuáles son sus derechos y obligaciones, cómo buscar información por Internet. Fue todo un éxito: en 2013 tuvimos una cantidad limitada y en 2014 alcanzamos a capacitar 1400 personas.
-¿Cuál es el perfil de los egresados de Pescar?
-En general, son personas responsables y comprometidas, que se inscribieron voluntariamente y tuvieron una formación laboral y también una educación en valores. La capacitación técnica específica depende de la empresa patrocinadora, pero algunas de las orientaciones que adquieren son programación jr. en Cobol/.NET; auxiliar en administración y procesos contables; auxiliar agropecuario; auxiliar en procesos industriales, reparación de celulares, además de atención al cliente, ventas y servicios.
-¿Un comentario final?
-A nosotros nos gusta decir que Pescar es mágico porque transforma vidas. Lo que hacemos, en síntesis, es ayudar a los jóvenes a armar un proyecto de vida propio, basado en la realidad que les toca vivir, siendo mejores personas y cumpliendo sus sueños.
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