Por Martín Lucas

El cuadro es decididamente desmesurado: mientras más de mil millones de personas en el mundo están subalimentadas (esto es, disponen de menos de 1.900 calorías diarias), a otra parte de la población mundial le sobra 15 millones de toneladas de peso, según lo afirma un reciente estudio de la Universidad de Londres. En la actualidad, el problema de la obesidad está presente en todas las regiones del mundo en desarrollo, pero la paradoja es que está aumentando aceleradamente en países con grandes bolsones de pobreza y hambre, como en China o en zonas del África subsahariana.

Esta ironía revela un fracaso escandaloso de las políticas alimentarias globales en términos de distribución de recursos y fomento de hábitos positivos en la población y una perversa distorsión de la industria que ha orientado su valor agregado en la producción de alimentos procesados, desnaturalizados, ricos en grasas, sal y azúcar, muchas veces destruyendo la llamada base de alimentación local, mucho más genuina y, claro, más saludable.

En la nota central de este mes, abordamos el problema de la obesidad desde su perspectiva pandémica, tal como ha sido declarada por la Organización Mundial de la Salud. Es decir, un problema que trasciende los aspectos médicos o científicos para convertirse en un grave drama social, cultural e incluso económico que, en el mediano plazo, puede desbordar a todos los sistemas sanitarios de un mundo cada vez mas desequilibrado.