Sigilosa y olvidada, la enfermedad está presente en casi todas las provincias del centro y norte de la Argentina. Sobre el tema habla el doctor en Ciencias Biológicas e investigador del CONICET, Nicolás Schweigmann.
Sorprendidos por un virus desconocido y letal, el Covid-19, los argentinos parecemos haber olvidado al mosquito Aedes Aegypti, trasmisor del dengue, la fiebre chikungunya y el zika, que desde la epidemia de 2009 en la Argentina fue incrementando su presencia año tras año. Ese primer brote que afectó a alrededor de 100.000 personas se replicó siete años después con un incremento del 32 % de los casos reportados, a lo que se le agregó el alarmante dato de que la mayoría de estos casos eran autóctonos. Ya en 2017, los especialistas advirtieron que, en la Ciudad de Buenos Aire, CABA, nos encontrábamos ante un riesgo potencial de epidemia que podía prevenirse con la ayuda de todos. Y así llegamos a 2020 con la incontrastable realidad de que el virus del dengue es una epidemia.
Llama la atención que más de una década después de ese primer gran brote y conociendo las características del vector y las sencillas medidas que podríamos implementar para su control no hayamos logrado erradicarlo.

A modo de síntesis, el doctor en Ciencias Biológicas y responsable del Grupo de Estudio del Mosquito (GEM) de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, enumera lo básico: “El Aedes Aegypti pone sus huevos en las paredes de recipientes donde hay agua estancada y el dengue se transmite por la picadura de un mosquito infectado por el virus. Los síntomas principales son fiebre, cefalea, dolor retro orbitario, mialgias, artralgias, erupción cutánea y manifestaciones hemorrágicas leves. No existe vacuna preventiva pero sí ciertas medidas como controlar la proliferación de mosquitos y evitar su picadura con el uso de ropas adecuadas y de repelentes, espirales telas mosquiteras, entre otras”.
Schweigmann define al dengue como el resultado de un desorden ambiental que afecta la salud. En este contexto, recalca que no está de acuerdo con la terminología bélica que suele utilizarse para abordar el tema. “Se habla de combatir al mosquito como si fuera un enemigo, cuando en realidad se instala en las viviendas porque le damos la oportunidad de proliferar en recipientes con agua. Alcanzaría con disminuir los microambientes favorables para que la reproducción disminuya”. Esa definición, es la mirada ambiental que nos involucra como responsables. “Se trata de un problema complejo a nivel social, que generamos los seres humanos y que solo es factible resolver si se toman en cuenta la totalidad de los factores involucrados”.

Consultado acerca de cuál es la clave, explica que el mosquito Aedes aegypti, necesita para vivir tres recursos: las flores de jardines y plazas, los seres humanos y los criaderos, que son el punto más importante y también el más fácil de controlar. “La regla básica, insisto, es eliminar todo recipiente capaz de acumular agua. Es así de fácil, por lo cual desde la red de mosquitólogos de Argentina, (GIMA)teniendo en cuenta que nos encontramos en cuarentena, se proponen diversas medidas simples de prevención como por ejemplo vaciar las regaderas y guardarlas, controlar las botellas que puedan estar a la intemperie por si conservan agua, vaciar los platos bajo-macetas, asegurarse de que no haya basura en el fondo de la casa, si hay un gajo de agua esta debe reemplazarse diariamente.
El especialista, quien desde 1996 se dedica a evaluar las poblaciones de mosquitos -su presencia y abundancia-, a través del monitoreo de sensores ubicados estratégicamente en distintos puntos de la Ciudad de Buenos Aires hace hincapié en que para tener éxito en la prevención es indispensable el compromiso de la comunidad. “De nada sirve el trabajo particular, ya que un solo criadero pone en riesgo a los habitantes de una manzana entera, por lo cual es fundamental la vinculación entre vecinos con el fin de protegerse entre todos”.

Si bien la responsabilidad ciudadana es clave, la pregunta inevitable es cuál es el rol del Estado en este tema sanitario. “Es fundamental, porque es el encargado de enseñar, informar a la comunidad y dar el ejemplo para que la sociedad avance en el mismo sentido”. Además, detalla que hasta hace un par de años, en los edificios públicos –hospitales, escuelas, universidades, entre otros- había criaderos, puesto que en general por problemas burocráticos se acumula material y mobiliario hasta su disposición final: “Después de décadas de alertar sobre el tema sin una respuesta adecuada, debo conceder que desde 2017 en adelante, al menos en los hospitales de la CABA, se ha trabajado muy bien comparado con otros lugares del país”.
Respecto a las escuelas, Schweigmann afirma que no puede decir lo mismo -pese a que se dieron numerosas charlas- porque “no hubo una buena repercusión”. A modo de ejemplo y, como casos preocupantes, menciona los autos abandonados y los cementerios, donde siguen poniendo frascos y floreros, “ya que no hay ordenanza que lo prohíba. El Estado lejos de estar presente evitando la acumulación de chatarra, haciendo un manejo eficiente de residuos y eliminando criaderos, entre otros factores, se encuentra en general ausente”.
Ante la presencia de mosquitos, las principales campañas de los gobiernos se basan en la fumigación. Consultado acerca de si lo considera un sistema eficaz para el control de este tipo de plagas, el profesional no duda: “Como quedó demostrado durante la epidemia de 2016, no sirve. Cuando se fumiga, no se eliminan todos los mosquitos y los sobrevivientes generan una resistencia natural que transmiten a sus hijos y se irá incrementando con cada nueva aplicación. Es lo mismo que ocurre con el ser humano y los antibióticos. ¿Por qué insisten? En televisión se publicita un producto que mata instantáneamente a los mosquitos, sin embargo, esa empresa nunca muestra el criadero porque sin dudas el negocio está en que siga existiendo. Es un engaño: la gente se siente feliz por eliminar tres ejemplares sin darse cuenta de que –si no controla las larvas- al día siguiente van a aparecer otros 200”.
Otra de las desventajas de la fumigación, afirma, es que genera una falsa sensación de seguridad en lugar de promocionar a nivel social una acción participativa de los vecinos destinada a controlar las larvas del vector eliminando los criaderos.

El problema fundamental es qué debido al aislamiento, producto de la pandemia de coronavirus, la falta de personal e insumos, muchos municipios se plantean qué hacer con los mosquitos y en muchos casos se piensa en la aplicación aérea de insecticidas mediante aviones fumigadores. “Trabajo rápido, cubre una amplia superficie con nulo riesgo de infección por coronavirus del trabajador. Pareciera perfecto, pero se trata de una solución aparente”, sostiene el doctor en Ciencias Biológicas. “Internacionalmente se recomienda matar al mosquito adulto alrededor de las personas infectadas con el virus de modo de que no se siga dispersando. ¿Con qué método? Con insecticida desde una camioneta o un operario con mochila, esta solución evita las consecuencias eco toxicológicas de las fumigaciones aéreas, de cuya eficacia hay escasos estudios a nivel global y nacional”.
Sobre el tema, el Grupo de Investigación sobre Mosquitos en Argentina, expresó en un documento del 31 de marzo pasado su preocupación por el uso de aviones agrícolas para fumigar sobre ciudades. Bajo el título “Peor el remedio que la enfermedad: Dengue 2020 y las fumigaciones aéreas”, detalla la cantidad de casos registrados en distintas provincias hasta mediados de marzo 2020 que superan ampliamente las mediciones de años anteriores: 1.400 en La Rioja, más de 500 en Córdoba (varios muertos), 363 en Salta y 121 en Jujuy, entre otros. Las causas del brote sostienen, es la ausencia de medidas preventivas recomendadas por las autoridades sanitarias y científicas, pero más allá de esta realidad y con la epidemia instalada recomiendan impedir que los mosquitos continúen dispersando el virus. De todos modos, afirman que “no se recomienda la fumigación aérea debido a su baja eficacia y elevado riesgo toxicológico”.
También en marzo último, el Ministerio de Salud de la Nación emitió un informe, en el contexto de la pandemia del covid19 y ante la situación epidemiológica actual, en el que insta a los equipos provinciales y locales a reforzar acciones de control. En todas las instancias la recomendación se basa en la intensificación de las tareas de saneamiento, eliminación de inservibles, educación y comunicación.
Cuando hay epidemia, lo que se aconseja es el rociado a través de un equipo montado sobre vehículos y, por ningún motivo, la utilización de aeronaves ya que pueden generar un impacto negativo en la salud y el ambiente, y esto debería servir como experiencia y aprendizaje para que nunca más se den estas situaciones que afectan a la salud de los argentinos.