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Reparación histórica

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Argentina devolvió a Chile una bandera capturada durante un hecho de disputa de soberanía de hace más de medio siglo. Además de tender lazos de hermandad entre ambos países, la recuperación de este hecho sirvió para rescatar del olvido una historia de entrega y cumplimiento del deber de nuestra Gendarmería Nacional.

Como etapa final de una historia olvidada por muchos, Argentina devolvió a Chile una bandera que había permanecido 52 años de este lado de la cordillera. A instancias de Gendarmería Nacional, se inició este proceso de reparación histórica luego de un episodio de disputa fronteriza en Laguna del Desierto, Santa Cruz, que acabó con la muerte de un carabinero chileno.

“Recordemos el contexto de Guerra Fría que se vivía por aquellos años, donde el tema de los espacios y territorios era una cuestión de peso en todo el mundo”, aclara el comandante mayor Marcelo Torrisi, jefe del Departamento de Comunicación de Gendarmería Nacional y uno de los impulsores del acto de restitución de la bandera chilena. En ese contexto, pues, el 6 de noviembre de 1965 se produjo un enfrentamiento entre fuerzas de Gendarmería y de Carabineros en el marco de un operativo de desalojo ordenado desde Buenos Aires. Si bien en aquel momento el hecho tuvo mucha repercusión en la prensa, pronto quedó en el olvido. Aquellos que habían sido protagonistas directos de la historia habían quedado al margen. Sus voces habían quedado olvidadas.

Después de una larga investigación sobre el episodio y un proceso de restauración textil de la bandera chilena, el pabellón fue entregado en el marco del acto celebratorio por los 90 años de la creación de Carabineros, con la presencia de la presidenta Michelle Bachelet y del ministro del Interior. Desde Argentina viajaron la ministra de Seguridad Patricia Bullrich y el director nacional de Gendarmería, comandante general Gerardo Otero. Pero más allá del hecho puntual de la bandera, todo el proceso sirvió para rescatar la historia de la heroica defensa de nuestra soberanía a la vez que se estrecharon y fortalecieron los lazos binacionales.

LA TRAMA OCULTA

Según la investigación que encaró Gendarmería Nacional, que se basó en fuentes documentales argentinas y chilenas e incluyó entrevistas inéditas con algunos de los participantes del hecho, en una reunión entre el presidente Illia y su par Frei, se había acordado que Carabineros se retiraría de Laguna del Desierto hacia Villa O´ Higgins; que Gendarmería reduciría la cantidad de efectivos presentes en la zona; y que la disputa territorial se resolvería en arbitraje internacional. “Supuestamente eso se había acordado”, señala Torrisi, quien además destaca que en este punto “comienzan los entredichos”.

El autor chileno Mario Valenzuela Lafourcade, quien publicó en 1979 un libro sobre el tema con un tono más revisionista de los sucesos, recoge el testimonio del general Prats, que en el momento del conflicto era coronel y estaba como agregado militar en la embajada de Chile en Buenos Aires. El libro muestra que lo que se le informaba al presidente Frei no era tan claro. “De uno y otro lado no tenían bien sabido qué era lo que sucedía en aquel lugar”, explica Torrisi. “Esto es importante porque despega a los actores primarios, los uniformados de uno y otro lado que cumplían órdenes. Los gendarmes convencidos de que defendían su territorio y, seguramente, los carabineros convencidos de lo mismo”, subraya.

Lo cierto es que se le ordena a un grupo de gendarmes que vaya a Laguna del Desierto y desaloje a los carabineros que se habían instalado allí. Se trasladaron a Río Gallegos y de ahí en camión y caballo hacia la zona en litigio.

LOS HECHOS

“No hay documentación fehaciente de este tema”, aclara el comandante mayor Torrisi al comentar el momento exacto del enfrentamiento. “Sabía de esta historia por relatos orales de gendarmes o por algunos artículos que se habían escrito, pero ninguno de manos de los que habían estado en el momento de la acción”. El equipo de investigación de Gendarmería logró reconstruir una historia chequeando y contraponiendo fuentes. El 6 de noviembre de 1965 se ordena el avance de dos patrullas, una al mando del alférez Pérez Quijano y otra al mando del alférez Martín, cono un total de 10 hombres. Reciben la orden de avanzar, intimar a los carabineros para que desalojen y se retiren. La versión de carabineros es que ya estaban por desalojar, y que al momento del enfrentamiento estaban haciendo el pan y jugando a la pelota con el hijo de uno de los puesteros del lugar.

La historia está reconstruida sobre el relato que había hecho en su momento el alférez Quijano, que coincide 52 años después con el testimonio del otro jefe de patrulla, el hoy comandante mayor Martín, quien nunca había dado una declaración pública.

Los gendarmes avanzan, una columna por derecha, otra por izquierda. Observan que los carabineros estaban distendidos. Les gritan que está presente la Gendarmería, que tenían que desalojar porque eso era territorio argentino. A lo cual, sale el mayor Torres de carabineros desarmado. Lo más coincidente indica que también sale el teniente Merino Correa y se pone a defender a los gritos a su jefe. Había en el puesto cuatro carabineros.

“El momento crítico, y la discusión, es si Merino disparó o no”, señala Torrisi. “Tiroteo hubo, eso nadie discute. Según la versión argentina, Merino levanta el fusil increpando a los gendarmes, dispara y cuando lo hace empieza el tiroteo”. En el enfrentamiento muere Merino Corra, y es herido otro carabinero de apellido Manrique. “No todos los gendarmes portaban FAL. En las fotos se ve que alguno llevaban armas de puño, lo que demuestra que no se iba a un combate sino a un desalojo”, apunta el comandante mayor. “De hecho, el mayor Torres tampoco portaba armamento”, agrega.

“Mi impresión, después de toda la investigación, es que algo no salió de acuerdo a lo previsto. Para nadie. Ni siquiera para alguna cancillería en cuanto a la magnitud del evento. Si el objetivo de alguien era provocar un litigio y un arbitraje, se logró. Lo que nadie preveía era que hubiera una víctima fatal”, concluye.

REPATRIACIÓN

“La devolución de la bandera tiene que ver mucho con lo que expresa Martín”, comenta Torrisi sobre la reciente ceremonia donde se devolvió el pabellón que había quedado en manos de Gendarmería desde el momento del enfrentamiento. “Muchos hablan desde un lugar de patrioterismo o de chauvinismo, cuando en realidad los que saben qué pasó fueron los que estuvieron ahí. Martín dice que el teniente Merino murió como un hombre, convencido de que estaba en su país. Esas palabras son invalorables”, comenta el comandante mayor, quien destaca que se trató de un hecho de soberanía, pero no de una situación bélica.

La bandera chilena que estaba emplazada en el lugar fue bajada con respeto. “En la foto se ve que estaban descubiertos y sin armamento”, destaca Torrisi. “Hubo que desenterrar el mástil, porque estaba atada con alambres y no se la podía arriar. Son detalles que muestran que no había odio”.

Finalmente, el laudo arbitral dio la razón a la postura argentina sobre el lugar en conflicto. Más de medio siglo después, la bandera, que estaba en custodia de Gendarmería, pero no expuesta, fue sometida a un trabajo de restauración de un mes con un equipo de antropólogos y profesionales en la recuperación de textiles. Se la guardó en el cofre original y se la trasladó para el acto central por los 90 años de Carabineros. “Por lo que recogimos, fue un gesto muy agradecido”, comenta Torrisi sobre la ceremonia. “Tal vez este es un medio para seguir saliendo de esos lugares comunes en los que a veces basamos la relación”, concluye esperanzado.

 

EN DIÁLOGO CON EL JEFE DE COMUNICACIÓN DE GENDARMERÍA NACIONAL

COMANDANTE MAYOR MARCELO TORRISI: “LAS FRONTERAS SON LUGARES QUE INTEGRAN”

-¿Cómo se dio el trabajo para la devolución de la bandera?  

-Nos convencieron las palabras del comandante mayor Martín, uno de los gendarmes presentes en el momento de los hechos. Se lo informo al Director Nacional, quien se lo comunica a la ministra Bullrich. La ministra lo ve oportuno y lo eleva al Ministerio de Relaciones Exteriores, que es el organismo que debe intervenir en este tipo de eventos. Ambas cancillerías se ponen a trabajar y se coordina la ceremonia. Fue un hecho importante.

-¿Qué repercusión hubo desde sus pares chilenos?

-No es que se buscaba una sorpresa, porque sabían de la existencia de la bandera. En realidad estaba guardada, no se la mostrábamos a nadie. Tampoco se conoce bien el derrotero de la bandera. Sabemos que la baja Quijano, que la guarda entre sus ropas y después pasa el tiempo hasta 1985, 20 años después del hecho, cuando aparece y se expone en el museo. En 1995, después del tratado de límites con Chile, viene una orden del Director Nacional de guardar estos efectos fuera de la exposición al pú- blico. Pasaron otros 20 años más desde entonces.

-¿Cómo es la convivencia con Carabineros?

-Hasta en los momentos de mayor tensión, como en el 78, cuando ambos países estuvieron al borde de la guerra, estamos llenos de relatos de picaditos de fútbol entre ambas fuerzas. El 25 de diciembre de 1978 hubo un apretón de manos y “mañana vemos lo que hacemos”. Eso para ejemplificar la relación. Hoy contamos con tecnología y con un montón de recursos que hacen que se viva más cómodos. Pero en otra época el único vecino que tenía un carabinero era un gendarme, y el gendarme, un carabinero. Uno dependía del otro. Aún hoy es así. En la actualidad se encuentra al Grupo Cocoví, con cinco efectivos de Gendarmería, ubicado en frente del retén Lago O’ Higgins, donde ellos han continuado su carretera, hay escuela, un regimiento y un pequeño poblado turístico donde llegan muchos extranjeros. Para llegar a Cocoví se viaja 45 minutos en helicóptero, o tres horas de lancha, o dos días a caballo. Se imaginan que esos cinco gendarmes se llevan bien con sus colegas chilenos. Un poco más al sur, está el retén Yendegaia de Carabineros que recibe todos sus insumos por barco o por avión, pero que está a 45 minutos de cuatriciclo de Bahía Lapataia y de ahí al centro de Ushuaia, en 30 minutos. Ante cualquier emergencia, los primeros que estamos somos los gendarmes. La relación con Carabineros es muy buena y se trabaja mucho.

-Aún cuando la política marca otra cosa.

-Sí, porque el contacto es humano, entre personas. Más allá de las instituciones y de los gobiernos. Desde las grandes ciudades uno tiende a fantasear con las fronteras como un muro que separa, cuando en realidad las fronteras son lugares que integran. Son lugares de intercambio permanente. Obviamente hay que tener controles, porque cada estado tiene su economía, sus normas, etc. Sin dejar de lado eso, las personas que habitan esos espacios tienen necesidades que el resto no tiene y comparten un montón de vivencias y hasta lazos familiares que van más allá de esa separación.

 

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