Las críticas de Trump a sus aliados europeos por el insuficiente aporte al financiamiento del sistema de seguridad colectivo y la sombra rusa sobre el Viejo Continente han opacado los festejos por el 70º aniversario de la Alianza Atlántica.
“Somos la alianza más exitosa de la historia porque hemos sido capaces de cambiar a medida que cambiaba el mundo”, aseguró el secretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Jens Stoltenberg, en una entrevista concedida a El País en noviembre pasado, a pocos días de celebrarse en Londres la cumbre del 70º aniversario de esa organización. Sin embargo, en los últimos tiempos los desencuentros entre el presidente de EE.UU, Donald Trump, y sus principales aliados europeos han llevado la relación entre los mayores socios de la principal alianza militar de Occidente a su punto de mayor fricción en las últimas décadas. Tal vez estemos en presencia de la crisis más pronunciada desde la retirada de Francia –entonces presidida por el general Charles De Gaulle– del mando militar integrado de la OTAN en 1966.
La principal discrepancia entre Washington y sus aliados europeos gira en torno al escaso aporte financiero de estos últimos al funcionamiento de la Alianza Atlántica. En la actualidad, el 70% de los recursos son aportados por EE.UU. y solo siete miembros de la OTAN destinan al menos el 2% de su PBI al capítulo militar. Además de EE.UU., que destina el 3,42% de su PBI al gasto en defensa, solo cumplen ese criterio Grecia (2,24%), Reino Unido (2,13%), Estonia (2,13%), Rumania (2,04%), Polonia (2,01%) y Letonia (2,01%). De las principales potencias europeas, solo Francia (1,84%) se acerca a ese objetivo, en tanto que Alemania (1,36%) e Italia (1,22%) aún están lejos de alcanzar esa meta. Del resto de los países del bloque, el que más se acerca es Turquía (1,89%).

El presidente francés Emmanuel Macron, por su parte, se ha expresado en duros términos contra el estado actual de la Alianza, a la que definió, en una polémica entrevista concedida al semanario británico The Economist, como un paciente con “muerte cerebral”. “Europa no puede entregar su seguridad a EE.UU. Nos corresponde asumir nuestras responsabilidades y garantizar la seguridad y la soberanía europeas”, aseguró en reiteradas ocasiones el titular del Elíseo.
El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, le respondió que la Unión Europea (UE) por sí sola no está en condiciones de defender a Europa: “La UE y la OTAN son dos caras de la misma moneda. No podemos forzarnos a elegir entre la unidad transatlántica y la unidad europea”. También aclaró que, una vez concretado el Brexit, el 80% del gasto en defensa de la Alianza Atlántica provendrá de países extra-UE (léase, EE.UU. y el Reino Unido).
“Europa no puede entregar su seguridad a EE.UU. Nos corresponde asumir nuestras responsabilidades y garantizar la seguridad y la soberanía europeas”, afirma el presidente de Francia, Emmanuel Macron.
Las relaciones de la OTAN con Rusia no atraviesan su mejor momento. La ampliación de la Alianza Atlántica a los países del antiguo Pacto de Varsovia, entre 1999 y 2004, y los últimos ingresos de Albania, Croacia y Montenegro, entre 2009 y 2017, acercan cada vez más la frontera de la OTAN a la histórica área de influencia rusa, algo que Moscú no ha terminado de aceptar. La incorporación de estos últimos tres países a la Alianza permite, además, que la OTAN tenga bajo su control toda la costa del mar Adriático.
Los últimos roces diplomáticos de la OTAN con Moscú incluyen la anexión de Crimea por parte de Rusia y la guerra de baja intensidad que se vive en las regiones separatistas del este de Ucrania, de población mayoritariamente rusoparlante. “Rusia socavó la soberanía y la integridad territorial de Ucrania”, señaló Stoltenberg, al tiempo que reafirmó que la Alianza Atlántica “no reconocerá jamás la ilegal e ilegítima anexión de Crimea”. De todos modos, el titular de la OTAN se negó a definir a Rusia como un “enemigo” y ha insistido en la necesidad de mantener abiertos los canales de diálogo con Moscú.
Fuera del marco de la OTAN pero con el respaldo de la Alianza, un hecho positivo ha sido la reciente cumbre en París del denominado “formato Normandía” entre Putin, su par ucraniano Zelenskiy y los mediadores Emmanuel Macron y Angela Merkel. Hoy el principal defensor de un deshielo con Moscú es justamente Macron, quien durante una reunión que mantuvo en agosto con Putin afirmó: “Sé que Rusia es un país europeo en lo profundo de su corazón. Y nosotros creemos que Europa se extiende desde Lisboa a Vladivostok”.
Un factor adicional de preocupación por parte de la Alianza Atlántica es la adquisición por parte de Turquía del sistema defensa antiaérea rusa S-400. El contrato entre Moscú y Ankara fue firmado en 2017 y este año se concretó la entrega de los dos primeros lotes de este armamento. EE.UU. ha manifestado en reiteradas oportunidades su desacuerdo con esta medida y, en respuesta a la decisión turca, ha dejado en suspenso la futura venta de cazas F-35 al gobierno de Recep Tayyip Erdogan, quien a su vez reclama la extradición por parte del gobierno de Trump del clérigo turco Fetullah Gülen, considerado como el mentor del fallido golpe de Estado de 2016 en su país. Rusia se beneficia, de este modo, de las desinteligencias de la OTAN con Turquía, un país clave para la estabilización de Siria y para la contención de la ola de refugiados que escapan de ese país con rumbo a Europa.