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India en el balance de poder regional

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Como potencia emergente y aliada de EE. UU., India está llamada a cumplir un rol cada vez más relevante en la región de Asia-Pacífico. ¿Está llamada a ser un pivotal state frente al avance de China? Por María Florencia Alba

INTRODUCCIÓN

En el marco de un sistema internacional unipolar como el actual, a partir de un análisis realista de las Relaciones Internacionales, si bien China podría ser la candidata a enfrentar a EE. UU. en Asia, encontraría fuertes restricciones en dicha región. Podría aseverarse que los esfuerzos de una potencia regional en ascenso por ejercer el balance global generarían contrapesos en el nivel local. En tal sentido, India, como potencia emergente y aliada de EE. UU., juega un papel particular a ser estudiado a lo largo del presente trabajo.

Los supuestos aludidos se basan en una serie de proposiciones. Por una parte, los elevados costos que implica ejercer el balance de poder en un sistema unipolar tienden a incentivar a las potencias secundarias a plegarse a la superpotencia –o al menos a no tomar decisiones que puedan amenazarla– de manera de garantizar su propia seguridad. En tal sentido es que prefieren implementar la estrategia de bandwagon[1], manteniendo el statu quo y preservando su seguridad e independencia, vis á vis un sistema multipolar basado en unipolaridades regionales. Esto implicaría que, si la emergencia de China como poder regional afectara intereses americanos, podría derivarse hacia un escenario de mayor competencia en el cual los países de la región tendrían que “elegir” entre China, el principal socio económico para muchos, y EE. UU., el principal socio estratégico.

Del otro lado, la superpotencia se vale de los llamados pivotal states, aquellos aliados naturales que eventualmente podrían verse empoderados para enfrentar a la potencia amenazante. Quienes sostienen que EE. UU. debe implementar estrategias más activas, tendientes a minimizar el temor que genera su presencia en la región asiática, afirman que la estrategia de offshore balancing­, por la cual EE. UU. consolidaría una coalición con países como la India, Japón, Corea del Sur, Vietnam e Indonesia, le permitiría influir de una manera más eficiente, morigerando los dilemas de la acción colectiva y evitando el free-riding.[2]

Lo cierto es que en los últimos años, EE. UU. ha modificado su estrategia respecto de la región asiática. En virtud de fortalecer su liderazgo en la región, ha ampliado la agenda de cooperación e incrementado los compromisos militares, diplomáticos y económicos con los países del eje Asia-Pacífico. Esto se debe a que sus intereses económicos y de seguridad están directamente relacionados con el desarrollo de la región que abarca desde el Pacífico y el este asiático hasta el océano Índico y Asia del Sur.[3]

La estructura del sistema internacional actual se presenta, entonces, como una oportunidad histórica para la India. A pesar de que en el pasado su política exterior se caracterizó por mantener una “autonomía estratégica”[4] y por evitar alianzas formales bajo la premisa de “no alineamiento”, actualmente podría esperarse que asumiera un rol más activo, como socio estratégico de EE. UU. en la región, habida cuenta de que se trata de una potencia con tradición democrática –desde su independencia, en 1947, India es la democracia más grande de Asia–, con peso económico y explícita preferencia por el multilateralismo.[5]

Finalizada la Guerra Fría, el colapso de la URSS dejó a la India sin su principal socio comercial, proveedor de armamento, y de recursos hidrocarburíferos subsidiados. Desde entonces (1992), el primer ministro P. V. Rao lanzó una política que marcaba un cambio estratégico en la visión que la India tenía del mundo, y en el lugar que ocuparía en la economía global. Lo que inicialmente comenzó como un proceso de cooperación económica con los países del Sudeste Asiático, se expandió hacia varias áreas de cooperación con potencias como Japón y EE. UU.

En este marco, a través del presente trabajo se pretende analizar la política exterior de la India y su rol como pivotal state frente al ascenso de China, en un contexto de rivalidad con EE. UU. por la hegemonía regional. Para eso, se observarán los principales elementos de la política que la India aplica en la relación con sus socios y vecinos. Luego, se evaluarán algunos desafíos que la India debería afrontar a la hora de asumir un rol de envergadura en su región y en el sistema internacional. Finalmente, a partir de lo desarrollado, se pondrá atención a algunos posibles escenarios conjeturados.

INDIA EN EL ESCENARIO INTERNACIONAL

Luego de más de 50 años, la India está emergiendo como un swing state en el balance de poder global y probablemente en los próximos años será parte de la construcción de la estabilidad en Asia, de la modernización política de Medio Oriente, e influirá en las cuestiones globales más relevantes. En el artículo “India and the Balance of Power”, T. C. Raja Mohan[6] sostiene que el mundo comenzó a percibir el ascenso de la India desde el momento en que firmó el acuerdo nuclear con EE. UU. en julio de 2005. Este punto de inflexión es solo una dimensión de la abrupta transformación que ha sufrido su política exterior desde el fin de la Guerra Fría.

De acuerdo al documento publicado por el Departamento de Defensa de EE. UU. en 2012[7] –que articula las prioridades a considerar en vistas a mantener el liderazgo mundial en el siglo XXI–, la relación con sus aliados asiáticos resulta sustancial en virtud de alcanzar la estabilidad, el crecimiento y el balance militar en la región. Es por esto que para poder mantener su capacidad de contención ante potenciales adversarios prevé maximizar su proyección hacia aquellas áreas en las que su acceso puede verse restringido. Así lo hace en la península coreana, por ejemplo, trabajando conjuntamente con aliados y otros estados regionales al fin de disuadir a Corea del Norte, considerada una potencial amenaza nuclear.[8]

En este contexto, India y EE. UU. comparten el interés por cooperar bilateralmente en el mantenimiento de la paz y la estabilidad en la región asiática. India es uno de los principales socios comerciales y proveedor de tecnología de EE. UU., y es la segunda potencia asiática después de China. Por esto, para reforzar su posición económica, y como proveedor de seguridad en la región del océano Índico, EE. UU. está invirtiendo en una relación de largo plazo con la India. Así lo afirma la orientación estratégica recientemente publicada por el Pentágono: “The United States is also investing in a long-term strategic partnership with India to support its ability to serve as a regional economic anchor and provider of security in the broader Indian Ocean region”.[9] En una reciente conferencia de prensa, las autoridades del Pentágono reconocieron la importancia estratégica de la India. En tal sentido, Kirby, vocero del Pentágono, expresó:“They are contributing to issues in Afghanistan in a very constructive way, whether it’s training or economic assistance, and we certainly want to see that continue (…) They’re a major economic power not only in the region but in the world (…) and we respect [their] interests”.[10]

A su vez, EE. UU. espera que la India desempeñe un papel más activo en la región de Asia. Así lo afirmó el secretario de Defensa, Leon Panetta, citando al presidente Barack Obama durante su última visita a Nueva Delhi en julio de 2012, cuando aseveró: “Relationship with India will be ‘one of the defining partnerships of the 21st Century’”.[11] Por su parte, la secretaria de Estado, Hillary Clinton –también en ocasión de su último viaje a la India–, se refirió al rol estratégico de su socio en la región, con quien comparte el objetivo de contener a Irán: “The United States and India share the same goal (…) We both want to prevent Iran from getting a nuclear weapon and India’s been a strong partner in urging Iran to live up to its international obligations”.[12]

En el escenario regional, China, una de las mayores potencias mundiales, que interfiere directamente en el espacio geopolítico de la India, es y continuará siendo un desafío, ya que sus capacidades militares y económicas continúan incrementando, ampliando la brecha de poder relativo.

Desde el punto de vista económico, el comercio bilateral entre estas dos potencias es de 50.000 millones de dólares anuales aproximadamente.[13] No obstante, mientras China ha desplazado a EE. UU. como el mayor socio comercial de la India, esta no se encuentra entre los primeros mercados de exportaciones de China. En este sentido es que el análisis de las relaciones económicas es complejo, habida cuenta de que el aumento en el intercambio comercial es asimétrico: el superávit comercial incrementa a favor de China, y los términos de intercambio tampoco favorecen a la India; mientras China importa materia prima de la India, esta le vende bienes manufacturados. Considerando que India posee un mercado de servicios y tecnología altamente desarrollado, probablemente debería intentar ampliar su acceso al mercado chino en este rubro, para poder mejorar estos desequilibrios.[14]

De acuerdo a la información oficial publicada por el gobierno de la India[15], las relaciones militares y diplomáticas han tendido a mejorar en los últimos años. La guerra que los enfrentó en 1962 dejó a la India humillada y la disputa territorial sin resolver, pero la situación a lo largo de la frontera se mantuvo estable mientras fue abordada diplomáticamente. Tras un acuerdo firmado en el año 2006, comparten ejercicios militares conjuntos; y en el año 2008, China abrió un nuevo Consulado en Calcuta, e India en Guangzhou. En esa dirección, la “Estrategia de diez puntos” y la firma de una declaración llamada “Una visión compartida para el siglo XXI” a principios del año 2008, reflejarían las aspiraciones de los dos países a cooperar entre sí en áreas de interés mutuo en los asuntos regionales y multilaterales.

Quienes consideran que el posible conflicto entre las dos potencias será en materia energética, sostienen que China busca proteger sus recursos hidrocarburíferos al tiempo que India depende de esta fuente energética para expandir su economía. El esfuerzo de China por preservar su acceso a las fuentes de energía en el mar la ha llevado a rondar por el back yard de la India. Los recursos petrolíferos provenientes de África y el golfo Pérsico deben cruzar el océano Índico para llegar al mercado de China. Para ello, ha establecido una red de puertos en países como Pakistán, Sri Lanka y Birmania, que históricamente han tenido relaciones conflictivas con la India. De hecho, las relaciones entre China y Pakistán son consideradas como una estrategia para rodear a India y ganar influencia en Asia del Sur.[16]

Actualmente, la India cuenta con una mayor capacidad militar marítima, pero China la está alcanzando rápidamente. Si bien el océano Índico se encuentra en el segundo plano de prioridades de China –después del mar Amarillo, el estrecho de Taiwán y el océano al sur y este de China[17]–, este país está preocupado por su espacio marítimo inmediato. En el documento “Nonalignment 2.0”, publicado por un grupo de intelectuales indios que proponen una estrategia en materia de política exterior para el mediano plazo, ellos sostienen que la presencia de otras potencias en el escenario marítimo, como EE. UU., Japón y algunos países litorales como Indonesia, Australia y Vietnam, podría retrasar la proyección de China, lo cual resultaría una oportunidad para que la India incrementase sus capacidades navales y fomentase las relaciones con estas potencias que balancearían a China.[18]

La India encontraría dificultades para consolidarse como potencia regional si no mantuviera el vínculo con los países vecinos, y su mayor compromiso con el vecindario podría ser considerado una estrategia dirigida hacia el desarrollo económico y la cooperación en materia de seguridad con estados claves de su región que temen el ascenso de China, también interesada en expandir su influencia.[19] En esa dirección, la India ha comenzado a hacer valer su derecho a la exploración de hidrocarburos en la costa de Vietnam, ha tendido a mejorar las relaciones económicas y en materia de defensa con Japón, al mismo tiempo que ha solidificado las relaciones en materia de seguridad con Australia y Vietnam, y reforzado su influencia en Myanmar frente a China.[20]

En los últimos 16 años, la India ha expandido y profundizado su relación con la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN). En 2002, participó del primer acuerdo y al año siguiente se convirtió en uno de los estados que no pertenecen al Sudeste Asiático en acceder al Tratado de Amistad y Cooperación. Además, en el año 2009 alcanzaron un acuerdo para crear una zona de libre comercio que vincula a 1600 millones de personas.[21] Esta política –conocida como Look East –, forma parte de la estrategia para garantizar su influencia donde su presencia se superpone con la de China.[22]

Pero el compromiso de India para con su región no se ha limitado a las relaciones comerciales. Desde 1991, realiza ejercicios navales conjuntos con la armada de Singapur, Malasia e Indonesia en el océano Índico. Al mismo tiempo, lleva a cabo ejercicios bilaterales con Vietnam, Tailandia, y las Filipinas. Este tipo de ejercicios no solo le permiten demostrar su capacidad naval sino que también contribuyen a incrementar la interoperatividad con las fuerzas armadas de otros países de la región. Para proyectar su poder en el eje Asia-Pacífico, la armada india está modernizando su red de bases. La orientación hacia el este la habilita a ser un jugador significativo en la región asiática.

Con Corea del Sur comparte la preocupación por la adquisición de armas y tecnología nuclear en sus respectivas subregiones. Esta preocupación deriva en ambos casos en China, que ha colaborado con el programa de desarrollo nuclear tanto de Pakistán como de Corea del Norte.

En una segunda fase, India extendió su influencia hacia Australia y Asia Oriental. Las relaciones con Australia han mejorado desde la crisis de 1998 por las pruebas nucleares. En los últimos años, los líderes australianos han reconocido la relevancia del rol de India en el sistema de seguridad de Asia-Pacífico. Han encontrado intereses comunes en una serie de áreas que incluyen la región oceánica. La cuestión nuclear es importante en materia de seguridad, ya que Australia posee el 40 por ciento de las reservas de uranio del mundo y podría convertirse en el proveedor de India.[23]

También ha establecido una relación estratégica con Japón. Ambos comparten el interés por limitar la influencia de China, lo cual los ha llevado a cooperar en materia de defensa. A pesar de que se ha tendido a identificar a China como la potencia líder de Asia del Este, no debemos perder de vista que la economía japonesa es mayor a la china o india, y su presupuesto en defensa es uno de los más avanzados del mundo, en particular el de su fuerza marítima.

En 2008, India y Japón firmaron una declaración conjunta por la cual manifestaron su intención de cooperar en materia de seguridad. Tal como ambos primeros ministros afirmaron, este acuerdo constituyó un “pilar esencial” en materia de seguridad para la subregión.[24] De hecho, fue equiparado al Acuerdo Marco para la Defensa, firmado entre EE. UU. y la India en 2005, ya que implicó el avance en la relación entre las dos democracias más populosas y poderosas del mundo. Ambos acuerdos se basaron en la cooperación frente al terrorismo, desastres naturales, asistencia humanitaria, no proliferación, ejercicios militares conjuntos, operaciones de paz, etc. Aunque en el caso del acuerdo con Japón, es un acuerdo entre pares que buscan “la coordinación de políticas en los asuntos regionales en la región Asia-Pacífico y en el largo plazo en las cuestiones estratégicas y globales”.[25]

Todos estos avances económicos y militares en la relación con los distintos países de la región podrían ser percibidos como una estrategia implementada por la India para competir contra China. Su posición regional, junto con su crecimiento económico y militar, le permiten a los estados vecinos adoptar estrategias de hedging frente a China, manteniendo relaciones con India y China al mismo tiempo.

En el plano de las organizaciones internacionales, a pesar de su estatus de potencia nuclear y de tratarse de una economía emergente, India no es miembro permanente del Consejo de Seguridad ni del G-8. Por ello, su objetivo principal es desarrollar un fuerte poder de negociación a través de la aplicación del soft balancing y no una estrategia contrahegemónica.[26] Esta les permitiría insertarse en el sistema internacional como representantes del mundo en vías de desarrollo, pero, como consecuencia de su peso creciente, buscan una participación más activa y están dispuestos a compartir las responsabilidades a nivel global.

Es por esto que instituciones como Naciones Unidas y la Organización Mundial de Comercio (OMC) son fundamentales para que la India logre proyectar su poder e influencia, participando en la creación de reglas, defendiendo sus propios intereses e incluyendo asuntos sociales en la agenda internacional. Un ejemplo es su participación activa y constructiva en las negociaciones de la OMC en los últimos años. Después del fracaso de la Ronda de Doha en 2003, India formó parte del grupo de países que se impuso frente a la política comercial de EE. UU. y la UE, reclamando una mayor voz en las negociaciones. Junto con China y Argentina, lanzaron el Grupo de los 22, formado en su mayoría por países exportadores agrícolas.

DESAFÍOS A ENFRENTAR

Entre algunos de los factores que pueden llegar a impedir el desarrollo de India, se pone en cuestión su habilidad para articular e implementar una política de seguridad nacional de largo plazo. Los académicos han encontrado que la clase dirigente india ha tenido dificultades para encontrar una política exterior y de defensa tendiente a posicionarla en su propia región. Se basan en tres factores principalmente.[27]

En primer lugar, en términos de capacidades militares, la India continúa en una etapa de desarrollo incipiente como para proyectar y sostener su presencia en el océano Índico. Según los datos publicados por el Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI)[28], en el SIPRI Yearbook 2012, India se ubica séptima en el ranking de gasto militar de 2011, con 48.900 millones de dólares, luego de EE. UU., China, Rusia, el Reino Unido, Francia y Japón.

En segundo lugar, según datos del Banco Mundial[29], sus indicadores socioeconómicos señalan que aunque su PBI incrementó un 9,6 por ciento en el año 2010, el 32,7 por ciento del total de su población (1224,6 millones) se encontraba por debajo del nivel de pobreza. Esto quiere decir que en un contexto de crisis económica internacional, India se benefició del crecimiento económico, pero uno de sus mayores desafíos es alcanzar el desarrollo interno y mejorar sus indicadores económicos y sociales. Es de destacar, además, que recientemente se ha percibido una desaceleración en el incremento de su PBI. En el período 2011-12, el crecimiento ha sido del 6,5 por ciento, la tasa más baja desde 2002-03 y un registro muy inferior a las previsiones del gobierno (9 por ciento).[30]

Por último, su propio vecindario también resulta un desafío a superar. Pakistán continúa alojando grupos terroristas; la violencia político-religiosa y la guerra en Afganistán, resultan amenazas graves para India considerando que alrededor de un 15 por ciento de su población es musulmana; Bangladesh, Sri Lanka y Nepal son estados frágiles y pequeños en su periferia que requieren su atención.

A India le preocupan las consecuencias que puede sufrir tras la retirada de EE. UU. de Afganistán. En este sentido, podría considerarse una tensión entre dos dinámicas de interacción entre EE. UU. e India. Por un lado, crece la cooperación estratégica en Asia Oriental, y por el otro encuentran tensiones respecto del futuro de Afganistán. India, por su parte, busca garantizar que cualquier gobierno en Kabul sea un baluarte contra Pakistán, y le permita generar vínculos comerciales y energéticos en Asia Central.[31]

El desafío principal es el de trabajar para obtener algún grado de normalidad en la relación con Pakistán.  En el año 2005 se celebró en Washington DC la “5ª Conferencia Internacional de Paz en Cachemira”, a la cual asistieron representantes del gobierno de Pakistán, de partidos políticos de India y académicos e investigadores del conflicto. Como resultado, llegaron a un acuerdo de objetivos formalizado en una declaración conjunta, la “Declaración de Washington”. Durante 2006, la violencia armada de los grupos separatistas de Jammu y Cachemira se redujo, mientras se daba el proceso de paz entre los gobiernos de India y Pakistán.

El gobierno de la India considera que ataques sufridos como el de la embajada en Kabul en julio de 2008, las violaciones del alto el fuego y la infiltración a través de la Línea de Control que separa a ambos países por Cachemira, han dificultado el proceso de diálogo. Desde la perspectiva de la India, la amenaza terrorista es el obstáculo más importante en el camino hacia el proceso de normalización, aunque los esfuerzos por avanzar diplomáticamente no han aportado mayores resultados.[32] Desde su reanudación, el proceso de diálogo con Pakistán ha tenido como premisa impedir que el territorio del país vecino fuera utilizado como apoyo para grupos terroristas. Así lo manifestó el primer ministro Singh durante su visita a Pakistán durante 2012: “Relations between India and Pakistan should become normal. That’s our common concern (…) is imperative to bring the perpetrators of the Mumbai attacks to justice and prevent activities against India from Pakistani soil”.[33]

CONSIDERACIONES FINALES Y DESAFÍOS DE FUTURO

Desde el final de la Guerra Fría, la política exterior de la India ha sido estratégicamente orientada hacia Occidente como una forma de posicionarse en el sistema internacional. Su crecimiento económico, las alianzas estratégicas con Japón, EE. UU., Australia y los miembros del ASEAN, la posicionan de manera de tener peso propio en la distribución de poder y la configuración del orden local. En los últimos años, ha pasado de ser una potencia en el sur de Asia, a ser un actor principal en Asia-Pacífico, contribuyendo al balance frente a China. Para quienes prefieren el orden occidental al orden sinocéntrico, se presenta como una alternativa, ya que emerge como una economía ponderosa, multiétnica, multirreligiosa, democrática, no occidental que tiene la potencialidad de convertirse en un jugador relevante e influyente en la conformación del orden regional.

Por esto, si bien la emergencia de las nuevas potencias está transformando el escenario asiático, la expansión militar y el status nuclear de China hacen que el balance regional emergente no sea del todo claro; si EE. UU. sufriera un significativo declive, India y Japón en coalición alcanzarían un poder relativo capaz de balancearla. De esta manera, en el mediano plazo, pareciera improbable que fuera a surgir una hegemonía regional, ya que –en términos de Mearsheimer[34]– este escenario no solo implica la potencia preponderante en la región, sino que se trata de un estado tan poderoso que ninguna otra potencia militar extrarregional puede enfrentarlo. Considerando la brecha de poder entre Japón, China e India por sí mismas, un escenario multipolar tampoco pareciera probable, siendo que este debería reflejar un relativo balance de poder entre potencias intermedias. De la misma manera, la brecha entre EE. UU. y China impide el orden bipolar, habida cuenta de la presencia de potencias como India, Japón y Australia.

Como resultado, en el corto plazo podría mantenerse la configuración regional actual. Un sistema jerárquico con preponderancia de EE. UU., en el que la estabilidad se sustenta en el apoyo de potencias locales intermedias “statuquista”. En este contexto, India valora el sistema de alianzas generado entre EE. UU. y algunos países de la región Asia-Pacífico y el Sudeste Asiático, ya que favorece la brecha entre EE. UU. junto a las potencias que lo apoyan y las que no lo hacen, reduciendo las posibilidades de conflicto.

Frente a quienes consideran que India debería profundizar los vínculos económicos, políticos y militares con EE. UU., se encuentran aquellos que consideran que el desafío para India sería desarrollar una red diversificada de relaciones con una variedad de potencias, de manera de alcanzar este objetivo evitando agudizar el dilema de la seguridad con China.[35] Dada la asimetría en las capacidades e influencia entre China e India, alcanzar el balance resulta uno de los desafíos más importantes en el corto plazo para India. Desde este punto de vista, su política exterior frente a China debería encontrar un balance entre la estrategia de cooperación y de competencia; los intereses económicos y políticos; y el contexto regional y bilateral.

Aunque India no tenga la capacidad de configurar la orden regional por sí misma, su integración con otros actores de la región le permiten influir en él. En esta dirección, no es una potencia menor, sino que se presenta con una agenda propia como potencia en ascenso, cuyos intereses coinciden con los de EE. UU. y sus aliados regionales.


[1] WOHLFORTH, William C. “The Stability of a Unipolar World”, en Michael E. Brown y otros (eds.), Primacy and Its Discontents, Cambridge: The MIT Press, 2009, p..3-5.

[2] WALT, Stephen M. “Offshore balancing: An idea whose time has come”. Foreign Policy.

[3] Sustaining U.S. Global Leadership: Priorities for 21st Century Defense. January 2012, p. 2.

[4] KHILNANI, Sunil, y otros. Nonalignment 2.0, a foreign and strategic policy for India in the Twenty First Century. 2012, p. 31.

[5] DE SOUSA, Sarah-Lea John, “Brasil, India y Suráfrica, potencias para un nuevo orden”. Política Exterior, núm. 121. Enero/Febrero 2008.

[6] MOHAN, C. Raja, “India and the Balance of Power”. Foreign Affairs. July/August 2006.

[7] Sustaining U.S. Global Leadership: Priorities for 21st Century Defense. January 2012.

[8] Ibid., p. 2.

[9] Sustaining U.S. Global Leadership: Priorities for 21st Century Defense. January 2012, p 2.

[10]PARRISH, Karen, “Officials Discuss India, Egypt, South Sudan”. American Forces Press Service. Washington, Jan. 11, 2012.

[11] Discurso del secretario de Defensa de EE. UU. Leon Panetta en Nueva Delhi, India. 06/06/2012.

[12]YANG, Jia Lynn, “Clinton arrives in India, urges cooperation on Iran”. The Washington Post. 08/05/2012.

[13] LADWING III, Waler C, “India and the Balance of Power in teh Asia Pacific”. JFQ. Issue 52, 2d quarter 2010, p. 115.

[14] KHILNANI, Op.Cit., p. 15.

[15] Sitio Web del Gobierno de la India.

[16] LADWING III, Op.Cit., p. 115.

[17] KHILNANI, Op.Cit., p. 13.

[18] KHILNANI, Ibid. , pp. 13-14.

[19] KHILNANI , Ibid. p. 16.

[20] KARL, David, “US-India Relations: Pivot Problems”. Pacific Forum CSIS. January 31, 2012.

[21] KARL, Ibid. p. 15.

[22] LADWING III, Op. Cit. pp. 115-116.

[23] LADWING III, Op. Cit., p. 116.

[24] CHELLANEY, Brahma. “Japan, India sign landmark security agreement on October 22, 2008”. The Hindu Newspaper, 01/11/2008.

[25] CHELLANEY, Ibid.

[26] FLEMES, Daniel, “Emerging middle powers’ soft balancing strategy: state and perspectives of the IBSA Dialogue Forum”, GIGA Working Papers, núm. 57, agosto 2007, pp. 13-14.

[27] LADWING III, Op. Cit., p. 118.

[28] SIPRI Yearbook. 2012.

[29] Sitio Web del Banco Mundial: http://povertydata.worldbank.org/

[30] BUSTELO, Pablo “India: ¿El final de la edad dorada del crecimiento económico?”. Real Instituto Elcano, 07/8/2012, p. 2.

[31] KARL, David, “US-India Relations: Pivot Problems”. Pacific Forum CSIS. January 31, 2012.

[32] KHILNANI , Op. Cit., p. 18.

[33] Asia Report N°224,”Pakistan’s relations with India: beyond Kashmir?” International Crisis Group. 3 May 2012, p. 16.

[34] MEARSHEIMER, John, The Tragedy of Great Power Politics. New York, Norton 2010, p. 40.

[35] KHILNANI, Op. Cit., p. 14.

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