Existe un camino para reconstruir la Fuerza, para que sea consistente con la Nación que somos y a veces no reconocemos. Por Alejandro Moresi, Brigadier Mayor, Oficial de Estado Mayor (FAA).
Hablar de la situación de la Fuerza Aérea Argentina (FAA) es redundar en lo que hace ya meses, por no hablar de años, es tratado en numerosos medios de prensa especializada, nacional y extranjera. Sintéticamente, bastaría decir que la República Argentina no merece en su presente la Fuerza Aérea que la política produjo, menos aún, si nos remontamos a los días de la Batalla en el Atlántico Sur, donde sus hombres dejaron marcas imborrables sobre sus oponentes, algo que, paradójicamente, quizás sea la razón de su fatídico presente.
En estas páginas se esboza una propuesta para el futuro próximo y lejano, sobre cómo accionar y qué cambios buscar para que el Ave Fénix pueda resucitar. Existen cenizas que pueden reavivar el fuego para que nuestra FAA resurja, pero ¿cuál es el camino para lograrlo?
Esencialmente, la FAA es un arma a la cual se le pueden asignar numerosas características, tanto en la guerra como en la paz, pero hay dos que son determinantes de su propia esencia: la excelencia y la tecnología. A partir de ellas es posible encontrar una luz que funcione como guía hacia su reformulación para un futuro consistente con la Nación que somos y a veces no reconocemos.
Las fuerzas aéreas en este y en todos los países del mundo se encuentran sometidas a la ley de leyes en el aire, la ley de la gravedad. Ello implica la excelencia que requiere de sus hombres todos, porque moverse en un ambiente antinatural para los seres humanos requiere de los mejores y lo mejor de cada uno de ellos. Por otro lado, la única herramienta útil para desenvolvernos en ese medio divino pero agreste para los humanos es la tecnología.
Hablar de un camino para reconstruir la FAA no es solo hablar de dinero y presupuesto, sino también de la recomposición de su tejido humano, de las expectativas profesionales de sus miembros, de un ámbito en el cual se puedan encaminar la vocación y realización de muchos argentinos deseosos de servir a su país desde el aire. Una propuesta requiere contestar varias interrogantes.
¿Para qué encarar este esfuerzo? La pregunta se contesta por sí misma y desde la esencia misma de la Constitución Nacional en su Preámbulo: “Consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad”. Y en su implementación en la Ley de Defensa, “…Tiene por finalidad garantizar de modo permanente la soberanía e independencia de la Nación Argentina, su integridad territorial y capacidad de autodeterminación; proteger la vida y la libertad de sus habitantes”. En este aspecto hay coincidencia de fines con lo que establece nuestra ley de Seguridad Interior: “…Se encuentran resguardadas la libertad, la vida y el patrimonio de los habitantes, sus derechos y garantías y la plena vigencia de las instituciones del sistema representativo, republicano y federal que establece la Constitución Nacional”.
¿CÓMO HACERLO?
Cambiando la visión del sistema de defensa y en particular del instrumento aeroespacial, emplearlo para ayudar al incremento del PBI al incorporar a la economía formal, por ejemplo, explotaciones de recursos naturales que actualmente se llevan adelante de forma ilegal.
El aeroespacio ofrece esta posibilidad, de vigilar e informar a cada una de las agencias responsables acerca de lo que sucede, lo que permite accionar de manera interagencial desde el Estado para incrementar la productividad. La aplicación de una política de este tipo en Colombia permitió triplicar el ingreso neto de fondos para equipamiento de las Fuerzas Armadas, manteniendo constante el porcentual de PBI aplicado a ellas.
Un desafío de esta naturaleza exige una estrategia de país que deje de mirar seguridad y defensa, conjuntez o especificidad de las fuerzas, y entre en el siglo XXI bajo un concepto de interagencialidad y mirada sistémica. Nada resuelve los problemas por sí mismos, pero si existe sinergia en la política de Estado para emplear lo mejor de cada una de sus agencias, la probabilidad de que el Estado crezca y se fortalezca es alta.
¿QUÉ HACER?
Desde la perspectiva aeroespacial, las propuestas o estrategias de articulación de una futura FAA no pasan solo por la cuestión económica, sino fundamentalmente por una idea de nación y país tridimensional que busque ocupar el lugar que merece en el concierto de las naciones. De ser aceptado esto se proponen los tres ciclos clásicos de la estrategia, el corto, el mediano y el largo plazo.
En el corto plazo es imprescindible hacer frente a las nuevas amenazas y a la problemática del crimen transnacional que han afectado de manera significativa la tranquilidad estratégica de la que históricamente se jactó la Argentina. El flagelo que significan el narcotráfico y otros crímenes mayores ha despertado una inusitada sensación de falta de seguridad en la vida cotidiana y amenazas concretas a la capacidad de ejercicio soberano del Estado. A partir de ello se han multiplicado las voces que requieren una lucha activa contra este mal de la modernidad y, como era de esperar, surge la perspectiva de implicar a las Fuerzas Armadas con el objeto de lograr una mayor sinergia en la efectividad de la acción de las Fuerzas de Seguridad.
La situación se ve también afectada por una profunda crisis económica que ha pasado a ser la normalidad de nuestro Estado, pese a ser una nación rica en todas las facetas observables a excepción de la política, que ha mostrado su fracaso en acompañar la protección y bienestar general de sus ciudadanos.
Desde una visión del sistema de defensa bajo la perspectiva aeroespacial, poco se puede esperar en lo económico, pero existe la posibilidad de tomar acciones de fondo con magros esfuerzos financieros.
Todo lo aquí propuesto se encuentra extensa y detalladamente desarrollado en los planes, programas y organismos de la FAA, que incluyen la creación de una Ley de Ejercicio de la Soberanía Aeroespacial Nacional con los siguientes objetivos: nivelar jurídicamente las instituciones relevantes en la cuestión aeroespacial, establecer las relaciones y responsabilidades interagenciales, definir niveles de sanción para quienes infrinjan la norma, determinar en qué casos las aeronaves quedan definidas como hostiles y definir el financiamiento de la protección aeroespacial mediante un programa presupuestario para el ejercicio de la soberanía aeroespacial.
Otras prioridades son iniciar un proceso de refuerzo del sistema operacional vigente que recupere la flota supersónica, inicie la creación del sistema ISR (intelligence surveillance reconnaissance, por sus siglas en inglés) y operacionalice la capacidad de vehículos no tripulados. Potenciar la ciencia, tecnología y la industria, dando prioridad al programa de Vehículos Estratosféricos No Orbitales (VENO) también es prioritario, al igual que, dentro del sector espacial, incrementar los esfuerzos en el desarrollo de un inyector satelital, empleando sistemas de combustible híbridos (sólido y líquido)
Estos cambios permitirían poseer una norma legal para el ejercicio de la soberanía aeroespacial y darían seguridad a los intereses de la ciudadanía, (no una ley de derribo) sino un sistema sinérgico para el desarrollo del Estado desde el concepto de interagencialidad. Asimismo, el Proyecto VENO permitiría la integración sinérgica entre la defensa y las capacidades universitarias, industriales y de desarrollo, comenzando un nuevo paradigma en el nivel internacional y nacional. Por otra parte, se podría obtener una herramienta integral para la Ley de Protección Aeroespacial mediante el Programa SINVICA (Sistema Nacional de Vigilancia y Control Aeroespacial).
Ganar capacidad de vigilancia de los recursos naturales permitiría el incremento del PBI y la detección de incendios forestales, así como el control de la actividad minera y el incremento de la capacidad de control de la pesca ilegal, entre otros.
Otro aspecto beneficioso a considerar es el cambio de filosofía en relación a la defensa y el desarrollo de la Nación, al emplear la información en calidad y cantidad para mejorar las capacidades del Estado.
Por último, estas reformas también nos permitirían alcanzar el espacio exterior con nuestros propios inyectores satelitales.
EN EL MEDIANO Y LARGO PLAZO
Las estrategias de medio plazo debieran ser continuadoras y reforzadoras de las ya mencionadas. Esta segunda etapa se caracterizará por una situación económico-financiera de estabilidad que permitiría consolidar un sistema de defensa aeroespacial, poseer un sistema de vigilancia con capacidad de alerta temprana, la ocupación de la estratósfera a través del proyecto VENO, desarrollar una política espacial autónoma y afianzar los sistemas y modelos tecnológicos para VENO.
Para el largo plazo, en tanto, es el momento de consolidar la estrategia de Defensa Nacional, según los ritmos económicos y la manera en que se han vinculado los sistemas de información con las diferentes agencias gubernamentales. De esta forma, se encontrarán indicadores positivos del incremento del PBI.
La Defensa Nacional debiera encontrarse orientada al ejercicio de la soberanía y vigilancia de los recursos naturales. En esta etapa se deberían poner en operación los desarrollos tecnológicos con diferentes líneas de acción, que incluyan el sistema de ciencia, tecnología y producción, con la certificación, producción e implementación del sistema VENO; el área espacial, con la consolidación del país como líder regional con acceso al espacio exterior y el inicio de un programa de pequeños satélites; y el sistema ISR, mediante la creación de un organismo operador y regulador del VENO.
¿CÓMO PAGARLO?
Afrontar este desafío con el presupuesto vigente parece un imposible. La realidad es que una verdadera reestructuración de la defensa debe comenzar en el presupuesto. Defensa ha recibido para inversiones en bienes durables más de $3.500 millones anuales en el período 2013- 2015. Este dinero se ha empleado en un 50 % a un 60 % para gastos de FADEA; en un 15 % a un 20 % para el Complejo Naval; en un 7 % a un 10 % para INVAP; un porcentaje desconocido en Fabricaciones Militares; y el resto, un 25 % y un 10 %, se destina, a pagar la investigación y desarrollo de proyectos que a veces poco o nada tienen que ver con la defensa, así como a la Universidad de la Defensa, lo restante para el reequipamiento de las FF. AA.
Si tenemos un Ministerio de Industria, ¿por qué Fabricaciones Militares, FADEA, CINAR, no se incluyen en él? Si hay una Universidad de la Defensa genuina, ¿por qué no depende del Ministerio de Educación? ¿Para qué tenemos una Secretaría de Ciencia y Tecnología si hay un ministerio específico?… Si la política decide reequipar a las FF. AA, entonces pongamos las cosas en su lugar. Que la plata de reequipamiento sea para reequipamiento, si la industria nacional provee los bienes necesarios, que se pague de ese presupuesto, si no, que se compre en otra parte, pero dejando de financiar lo que no provee ninguna capacidad operacional real, como el caso de FADEA, o lo que hace de manera deficiente y cara.
Solamente con contar con previsibilidad real por parte de quien gasta y planifica las FF. AA., permitiría lentamente ir logrando que el Ave Fénix resurgiera.