El 23 de junio se cumplen 50 años e la entrada en vigor del Tratado Antártico. Conversamos con  Jorge J. Mottet, doctor en Ciencia Política y pionero antártico.

Firmado en Washington el 1 de diciembre de 1959, el Tratado Antártico es un instrumento jurídico-político que regula la cooperación internacional y la investigación científica en la región situada al sur de los 60 grados de latitud sur.  En vigencia desde el 23 de junio de 1961, después de haber sido ratificado por los países que habían desarrollado tareas en la Antártida durante el Año Geofísico Internacional en 1957-1958, fue sancionado a través de la Ley Nacional No. 15.802 por la Argentina, país con presencia activa y permanente en la región desde el ano 1904.

TIERRA DE PAZ

Este documento -que consta de un preámbulo y 14 artículos redactados en español. inglés, francés y ruso- establece que el continente antártico solo puede ser utilizado con fines pacíficos, lo que sintéticamente determina el espíritu general del Tratado. Un elemento fundamental es que establece que, al menos mientras esté vigente, la Antártida sea una zona del mundo donde se trabaje exclusivamente en beneficio del conocimiento. “En realidad -vale la pena aclarar- nunca fue una zona donde prevalecieran las actividades militares sino las de investigación y cooperación, en cuyo apoyo actuaron y actúan las fuerzas armadas”, afirma el doctor Mottet y recuerda que sin embargo hubo algunos excepcionales incidentes militares de menor importancia entre Argentina y Gran Bretaña, países que disputan junto a Chile sus derechos soberanos sobre sectores superpuestos.

La realidad es que aunque en 1949 estas naciones firmaron una Declaración Naval Tripartita comprometiéndose a no enviar buques de guerra al sur del paralelo 60 S, acuerdo que pese a haber sido renovado en 1961, este compromiso no siempre fue tenido en cuenta por Argentina y Gran Bretaña. “El 1 de febrero de 1952 militares argentinos en Bahía Esperanza hicieron disparos de advertencia  sobre grupos británicos, hecho que generó que días después los ingleses enviaran un buque de guerra, pero el incidente no pasó a mayores” relata el pionero antártico. Y recuerda otro episodio ocurrido al año siguiente con motivo de la inauguración por parte de la Argentina de un refugio temporario en Isla Decepción llamado Teniente Lasala, a cuyo cuidado quedaron un sargento y un cabo.

“El 15 de febrero desembarcaron marinos ingleses fuertemente armados y apresaron a los dos suboficiales, quienes fueron entregados a un barco argentino en las Islas Georgias del Sur. Tanto el refugio argentino como uno chileno que estaba próximo fueron destruidos. Hubo otros incidentes menores, básicamente entre Gran Bretaña y Argentina. Los Estados Unidos, por su parte, desde mediados de 1946 hasta comienzos del 47 llevó a cabo la llamada “Operación Highjump” durante la cual envió 13 barcos, 47.000 hombres y aparatos aéreos con el objeto de entrenar al personal militar y probar materiales para usar en el Ártico”, enumera.

La realidad es que, a pesar de estos y otros incidentes, el continente antártico nunca perdió su característica de ser un lugar de paz donde las investigaciones científicas gozan de absoluta libertad y en el cual se incentiva la cooperación entre quienes operan en sus helados territorios y peligrosos mares. “A pesar de que nunca fue sometido a situaciones críticas en la que se hiciera necesaria su implementación por alguna flagrante violación, el Tratado en sí es bastante específico y está operando bien”, asevera.

Otro hecho esencial es que no elimina los reclamos de soberanía sino que, simplemente, los congela mientras este acuerdo esté en vigencia y también establece que ninguna actividad que se lleve a cabo constituirá razón alguna para hacer reclamos de soberanía.

SISTEMA DEL TRATADO ANTÁRTICO

El Tratado no es un documento aislado. Hay otros acuerdos -referidos a la protección de la flora y la fauna, del medio ambiente y la conservación de los recursos vivos marinos- que lo complementan, razón por la cual ha pasado a denominarse Sistema del Tratado Antártico. El llamado Protocolo de Madrid -adoptado en 1991 y vigente desde el 14 de enero de 1998, fecha a partir de la cual tiene una validez de 50 años- está referido a la protección ambiental y remarca el hecho de que la Antártida es una reserva natural dedicada a la paz y a la ciencia. Según el doctor Mottet, el impacto del Tratado queda demostrado por algunas muy significativas decisiones en materia de protección y conservación. “En 1964 se aprobaron una serie de medidas para defender toda forma de vida antártica a fin de evitar sacrificios por razones que no estuvieran avaladas por estudios científicos o necesidades de subsistencia. En 1972 la Convención para la Protección de Focas Antárticas adoptó decisiones para proteger esta especie al sur del Círculo Polar, para lo cual determinó límites y restricciones en la temporada estipulada para esa actividad e impuso una prohibición en la caza de focas peleteras y las llamadas Ross. En 1980 la Comisión para la Conservación de los Recursos Marinos del Antártico estableció vedas y cuotas con relación  a la pesca de determinadas especies de peces”.

Un tema muy sensible en la región es el referido a la caza de ballenas. Su regulación no está bajo el contralor del Sistema del Tratado Antártico sino de una comisión internacional establecida en 1946 a fin de controlar la caza de dichos cetáceos en todos los mares y océanos del mundo.  Desde 1970 se comenzó a limitar la caza abusiva para evitar su exterminio y en 1994 se dispuso que las zonas del antártico estuvieran vedadas y quedaran limitadas a servir como refugios balleneros para la protección de la especie. “Si bien se ha controlado de alguna manera los flagrantes abusos, no se los ha eliminado. Uno de los países que más ignora esas limitaciones es Japón, bajo la excusa de la investigación científica”, manifiesta.

Respecto del impacto del Tratado en lo referido específicamente a nuestro país, el doctor Mottet considera que posiblemente lo estipulado lo protege de las apetencias de determinadas potencias que nunca se han caracterizado por respetar los derechos de otras naciones con menos poderío, ya que “se supone que el continente, además de su valor geopolítico y estratégico, es rico en gas, petróleo, cobre, uranio, etc., aunque no estén en condiciones de explotación”.

LA NUEVA CONSTITUCIÓN EUROPEA

El día 1 de diciembre de 2009 entró en vigor el Tratado de Lisboa, acuerdo que regula el funcionamiento de la Unión Europea y afecta particularmente nuestros derechos no solo en el sector argentino que nos pertenece en el continente antártico sino también, y muy específicamente, en nuestras Islas Malvinas. “Nuestra diplomacia no se movió ni con la celeridad ni con la eficacia necesaria para evitar otro abuso de una gran potencia que pone en peligro jurídico nuestros derechos a territorios que, aunque estén en disputan, nos pertenecen. Dicho Tratado en uno de sus anexos incluye a las Islas Malvinas, Georgias, Sandwich  del Sur y parte del Mar Argentino como pertenecientes a Gran Bretaña, al igual que un sector de la Antártida, también en disputa con nuestro país. En dicho anexo están considerados como territorios de ultramar bajo posesión británica, disposición que incluye las 200 millas de agua a su alrededor”.

De acuerdo con el Sistema del Tratado Antártico, ningún país puede ejercer soberanía en el continente antártico y Gran Bretaña no es excepción.  Sin embargo, ¿qué ocurrirá cuando el Tratado Antártico deje de estar en vigencia? “La comunidad europea ha aprobado el Protocolo de Lisboa sin ninguna objeción a esa aberración del derecho internacional que desconoce lo establecido en el Tratado Antártico, del cual el Reino Unido es uno de los miembros originales con carácter consultivo (ver recuadro). Esto pone en evidencia el doble criterio de uno de los prominentes miembros originales, con obligación de respetar y hacer respetar un acuerdo firmado en 1959, al firmar otro en flagrante violación en 2009”.

Consultado acerca de qué podemos esperar del futuro, el especialista considera que, aunque cualquier predicción puede ser prematura, “nuestro país debe seguir trabajando con la misma dedicación de siempre. Nada en el horizonte actual puede ser indicativo de lo que ocurrirá dentro de treinta años o más. Para los argentinos ese territorio es nuestro no solo por herencia territorial por parte de España, sino por derechos adquiridos. Y aunque eso fuera cuestionable abruman otras razones geográficas e históricas.  Un medio de adquisición de derechos sobre determinados territorios es la ocupación efectiva de aquello que en jurisprudencia internacional se denomina “res nullius”, es decir cosa de nadie. El mejor título para adquirir derechos de soberanía sobre dichos territorios es su ocupación efectiva y organizada; y la Argentina es el único país  que desde 1904  ocupa en forma interrumpida tierras antárticas con ánimo de dominio”.

ARGENTINA EN LA ANTÁRTIDA

Dentro del concepto de cooperación internacional, el rol de nuestro país es muy importante y los hombres de ciencia y exploradores polares argentinos se han destacan en reiteradas oportunidades. Nuestro pasado antártico está lleno de evidencias que nos distinguen frente a otras naciones. Desde el rescate de la expedición de Otto Nordenskjöl por parte de la heroica Corbeta Uruguay hace más de un siglo hasta nuestros días, Argentina ha sobresalido claramente por su generosidad y espíritu de solidario. Y solo a modo de ejemplo, el explorador polar, gran conocedor de la durísima geografía antártica, destaca la asistencia prestada por nuestro rompehielos Almirante Irízar al barco alemán Magdalena Oldendorff, cuando en 2002 lo liberó del campo de hielo donde estaba apresado y “la heroica participación del general Víctor Figueroa y su patrulla en el rescate de los cuerpos de exploradores polares de nuestro país y de otros caídos en traicioneras grietas de glaciares antárticos”.

Acerca de qué factores influirán cuando llegue el momento de que se reconozcan nuestros derechos soberanos, el doctor Mottet   especula que probablemente se consideren elementos que ahora no sean visibles, pero sí previsibles. “El derecho está de nuestro lado y una hábil diplomacia podría contrarrestar las arbitrariedades de otras potencias. Si la solución del problema de la repartición territorial de la Antártida pudiera dejarse en manos de investigadores y científicos, sería más fácil encontrarle solución, pero no serán ellos los que decidan sino los líderes políticos. Mientras no se apele al uso de la fuerza para hacer valer pretendidos derechos, siempre habrá soluciones disponibles” sintetiza el especialista.