Con una clase política desprestigiada, una economía en caída libre y graves tensiones internas, el país de los cedros atraviesa su momento más crítico desde el final de la guerra civil. Por Redacción DEF

La explosión en la capital libanesa que dejó más de 4000 heridos y al menos 78 muertos sacudió el mundo. Las causas del hecho no son claras; sin embargo, el país vive sumido en una crisis social y política muy profunda desde hace más de 15 años y este episodio se agrega a una larga lista de sucesos trágicos en la nación árabe.

¿Por qué el Líbano está en el ojo de la tormenta?

El presidente libanés, Michel Aoun, convocó este martes por la noche una “reunión urgente” del Consejo Superior de Defensa, tras las violentas explosiones que sacudieron el puerto de Beirut. A pesar de que los motivos no son claros ni precisos, cabe destacar que el grupo extremista Hezbollah tiene un gran poder dentro del país y, hace algunos días, una investigación del diario británico The Telegraph descubrió que la organización tiene montada una estructura para montar noticias falsas y contribuir al caos social.

¿Hace cuánto Líbano vive esta crisis sociopolítica?

Según el consultor experto en Oriente Medio, George Chaya, “el Estado libanés atraviesa, desde el magnicidio del ex primer ministro sunita Rafik Hariri -ocurrido el 14 de febrero de 2005- hasta la explosión en Beirut, una inestabilidad constante que no ha hecho más que aumentar la percepción de que la violencia política en el territorio es endémica”. Para Chaya, el país vive “una anomalía muy orientada a la autodestrucción” por la ineficiencia de sus gobernantes.

¿Atentado o falla accidental? La explosión en Beirut aún no tiene muchas certezas pero si bastantes dudas. Foto: Archivo DEF.

¿Quiénes son los actores políticos internos?

El complejo modelo institucional libanés exige negociaciones y compromisos permanentes entre los representantes de los distintos grupos confesionales y sus fuerzas políticas, para no alterar los equilibrios de poder internos.

Un actor fundamental es el movimiento chiita Hezbollah, que a nivel local cuenta con una red de asistencia social muy extendida y cuenta con una bancada de 13 diputados. Sus votos y los de sus aliados del partido chiita Amal -16 diputados- son claves para la formación de cualquier gobierno.

Su principal rival es el movimiento Futuro (Al-Mustaqbal), que representa a la comunidad sunita y es liderado por el exprimer ministro Saad Hariri, quien renunció en octubre de 2019 en medio de fuertes protestas por la crisis económica. Actualmente el gobierno es liderado por un funcionario técnico, Hassan Diab, que ha heredado un país al borde del colapso y en medio de la cesación de pagos de su deuda externa.

La otra gran comunidad religiosa del Líbano, los cristianos maronitas, coloca siempre a un representante suyo en la Presidencia de la República, de acuerdo al complicado acuerdo que lotea el reparto del poder a nivel interno. Desde 2018, ese puesto es ocupado por el general Michel Aoun, un aliado táctico de Hezbollah en la actual crisis política.

¿Cuáles son los actores externos involucrados?

Dos países con mucho peso en la historia reciente del Líbano son Siria e Irán, socios estratégicos de Hezbollah. El involucramiento del grupo extremista en la guerra civil siria, en apoyo del régimen de Bashar Al-Assad, es una muestra clara de esa alianza. En 2005, tras el atentado que costó la vida al exprimer ministro Rafik Hariri –padre de Saad–, las tropas sirias habían aceptado retirarse del territorio libanés luego de 29 años de presencia en el país.

Por su parte, Irán ha reforzado en la última década su expansión en la región conocida como “la media luna chiita”, que abarca desde Irak hasta el Líbano, pasando por Siria. En esa estrategia, la cercanía de Teherán con las milicias de Hezbollah es fundamental para mantener su presencia en el terreno en la guerra civil siria y su influencia en la política libanesa.

Finalmente, otra potencia regional que juega sus propias cartas en la política interna es Arabia Saudita, rival regional de Irán y aliado del líder sunnita Saad Hariri, cuya familia ha tenido históricamente negocios que la vinculan a la casa reinante de los Al-Saud. Los sauditas y sus más estrechos aliados en el Golfo, los Emiratos Árabes Unidos, tienen un as en la manga para seguir influyendo en la política libanesa: la carta de la ayuda financiera, tan necesaria en el actual momento crítico que vive el país.

¿Existe alguna salida posible a la crisis libanesa?

Con el 55% de la población en la pobreza, una deuda pública que supera el 170% del PBI y una previsión de caída de la economía cercana al 14% en 2020, Líbano enfrenta el mayor desafío desde el final de la guerra civil (1975-1990). La falta de unidad interna y las permanentes tensiones entre las distintas fuerzas políticas no contribuyen al logro de una salida.

El pasado 5 de julio se suspendieron las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para obtener un crédito de 10.000 millones de dólares. “El núcleo del problema es si puede haber una unidad de propósito en el país, que luego pueda llevar a cabo una serie de medidas muy difíciles pero necesarias”, había advertido la titular del organismo, Kristalina Georgieva, pocos días antes.

Francia, expotencia colonial, también presiona para lograr un acuerdo con el FMI e implementar las reformas que permitan sacar al país de la crisis. En una reciente visita a Beirut, el ministro de Relaciones Exteriores, Yves Le-Drian, instó a la dirigencia política local a retomar las negociaciones con el Fondo. “No hay una solución alternativa para sacar al Líbano de la crisis”, afirmó el jefe de la diplomacia francesa.

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