Jerónimo tiene 22 años y fue elegido por Harvard como uno de los 100 líderes del futuro por su trabajo para combatir la contaminación del planeta. ¿Cómo y en qué piensa uno de los innovadores de la generación SUB-30? Por Pablo Nardi
El día de la entrevista, un día soleado anterior a la pandemia, Jerónimo Batista Bucher lleva una remera colorada que dice Harvard. En cualquier persona sería una remera más, pero en este caso cobra un sentido particular: a los 18 años ―ahora tiene 22― Jerónimo fue elegido por Harvard como uno de los 100 líderes del futuro por su trabajo para combatir la contaminación del planeta.
Todo comenzó cuando en el colegio vio la cantidad de vasos descartables que se desechaba todos los días en el dispenser del patio. Después de darle vueltas al asunto, comenzó a trabajar en el desarrollo de vasos a base de extractos de algas, que pueden biodegradarse en cuestión de semanas. El proyecto siguió creciendo, le valió una distinción de Harvard en conjunto con el MIT y la participación en una actividad en Boston, con distintas instancias de debate, clases y actividades aplicadas. Ahora Jerónimo estudia Biotecnología en la Universidad de San Martin, y su principal preocupación es el cambio climático, Más allá de los avances tecnológicos que puedan contribuir a un avance, considera que si no hay conciencia ambiental a nivel personal, no hay tecnología que sea suficiente.
—¿Cómo creés que la tecnología puede contribuir a un verdadero cambio en materia ambiental?
—Pienso que la tecnología es una herramienta fundamental para potenciar todos los avances que se pueden hacer en incorporar un desarrollo sustentable de manera transversal en un montón de aristas. Desde cuestiones ligadas a los residuos, la contaminación, la producción de energía, la movilidad, la tecnología te posibilita acelerar y reducir los costos para que sea más accesible y ese impacto sea sistémico, porque ahí es cuando realmente tenés el impacto. Pero pienso que tiene que haber un despertar de conciencia, porque si no entendemos cuál es el impacto y qué podemos hacer nosotros para resolver la situación, la tecnología no va a servir de mucho.
—¿Considerás que tu generación es particularmente empática? Pienso en temas como cambio climático, pero también vegetarianismo, inclusión.
—Creo que la conciencia colectiva se va construyendo en base a los avances previos, y tiene que ver con cuestiones filosóficas, pero desde mi punto de vista veo que la información es cada vez más contundente, no es que antes todos sabían que si seguían viviendo así dentro de veinte años la situación ambiental iba a ser terrible y no les importaba, sino que la información se fue reuniendo en avances que datan de la década del 70’ en la cumbre de la ONU. Después se fue progresando las siguientes décadas y hoy en día es algo que creció muchísimo. No sé si nuestra generación tiene más empatía. Tiene que ser algo multigeneracional, no basta con que los jóvenes lleven el cambio el día de mañana porque no hay tanto tiempo, el compromiso debe ser multigeneracional, debe involucrarnos a todos.

—Fuiste elegido como uno de los 100 innovadores del futuro por Harvard. ¿Qué te dejó la experiencia?
—La verdad que la oportunidad fue increíble, teníamos clases todos los días con premios Nobel, directivos de empresas que tienen su foco en investigación y desarrollo, era un polo tecnológico muy potente donde no solo confluían esas dos instituciones, sino que había muchísima inversión y muchos espacios para aplicar todo eso y aplicarlo en soluciones para todo el mundo. Más allá del contenido, estuvo bueno hablar con investigadores, conocer espacios como lugares de comida y de gestión de residuos, ver cómo funciona en esos lugares. En algunos casos eran castillos de cristal porque no funcionarían en otros contextos, pero tener esas nuevas perspectivas en lo que uno trabaja está muy bueno.
—Tenés un proyecto que presenta una solución concreta, Sorui. ¿De qué se trata?
—Es una alternativa a los vasos descartables, básicamente aborda toda esta problemática de contaminación plástica. Yo tenía que desarrollar un proyecto en último año del colegio, empecé a desarrollar los primeros prototipos de vasos que se pudieran biodegradar, y empecé a desarrollar máquinas que producen y dispensan vasos biodegradabales a partir de extractos de algas que se descomponen naturalmente en menos de un par de semanas. El vaso se produce en el lugar donde se consume, y el vaso se puede compostar o dejar en la tierra. Después entré en la universidad a estudiar biotecnologia, donde empecé a avanzar con el apoyo de profesionales de varias áreas con mucha experiencia. Mi idea es poder terminar de consolidarlo e implementarlo en el campus de la universidad, y a partir de cómo funcione poder hacerlo escalar y que crezca como solución.
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