En una serie de entrevistas, DEF conversó con distintos divulgadores para conocer más sobre su labor e intentar responder una incógnita: ¿es un buen momento para posicionar mejor al ámbito científico? Por Fer Villarroel
“En realidad, todo esto se dio sin querer”, así resume Fabricio Ballarini, doctor en Ciencias Biológicas e investigador del CONICET, cómo fue que llegó a dedicarse a “contar ciencia” para grandes audiencias. Dice que la piedra fundacional de su presente fue un paper, publicado en 2003, que tenía por objeto “armar una sorpresa” y que necesitaba la ayuda de los medios de comunicación: “Mandé un montón de e-mails para ver quién se copaba y fue ahí que nació todo esto”.
El investigador sostiene que la comunicación científica tiene la obligación de intentar ocupar espacios en medios porque, de lo contrario, “serán ocupados por otros, y es ahí en donde entra un juego bastante peligroso sobre quiénes son los que proporcionan la información”.
—En uno de tus últimos tuits (@FabBallarini) escribiste “no funciona eso de tirar una idea y que sea válida, hasta que la ciencia demuestre lo contrario”, ¿esta idea va un poco de la mano con el concepto anterior?
—Sí. De hecho, a todas las hipótesis que salen ahora y que se convierten en el titular de una nota, después nadie les hace el seguimiento para verificar de qué se trata -muchas veces se trata de pre-prints-, o quién es el que lo enuncia -si fue un youtuber, o alguien amante de las teorías conspirativas-. Entonces, mucha gente piensa que tenemos el deber de confirmar esas hipótesis, pero, en realidad, se deben realizar experimentos para corroborarlas y no basta solo con criticar o realizar observaciones.
Ese es un comportamiento bastante particular de los medios, porque no aplican esa lógica (el método científico) que nosotros podríamos decir que la tenemos “tatuada”. Es decir, hasta que no haya un consenso académico, las hipótesis no son verdades. Por ejemplo, si aparece un paper publicado en una revista menor, que no tiene impacto o es sobre un tema aislado, eso podría considerarse “una verdad, a medias”. Por el contrario, si eso aparece en una revista de alto impacto y se trata de un tema abordado por miles de profesionales en el mundo, bueno, podría dársele un poco más de credibilidad.
—¿Con qué desafíos te encontraste cuándo empezaste?
—Mira, tengo un montón de limitaciones. Soy biólogo y tengo una mirada súper sesgada sobre cierta información. No sabía nada sobre comunicación y nunca había pisado un estudio de radio, por lo que tuve que aprender a pensar y a hablar -y sigo aprendiendo-. Nunca hice un curso de periodismo ni nada y todo lo que hago es de forma autodidacta. Por suerte, en la radio Mario (Pergolini) siempre me dio una mano y aprendí un montonazo en estos últimos años; también, cuando escribí el libro, eso me ayudó mucho a acomodar mejor las ideas; después, llegó el programa de tele y ahí le perdí un poco el miedo a hablar frente a cámara…cuando tengo un objetivo en la cabeza, normalmente, me la juego (risas).

—¿Cuáles son los déficits que percibís en los medios a la hora de abordar la ciencia?
—Como en todo, hay cierto elitismo y favoritismo sobre determinadas personas y siempre hay críticas a personas intermedias. Yo no soy divulgador, sino investigador y cuento esto de la manera más amena que puedo, pero puedo criticar esa fórmula de “copiar y pegar” una noticia sin saber. Ahora, también recibo la crítica de periodistas científicos especializados hacia a mí, porque no soy periodista y no puedo hacer esto. Por eso, para algunas cosas soy crítico y, por otras, soy criticado.
Científicos destacados y deudas estructurales
—Soles destacar que, a pesar de la baja inversión, los profesionales argentinos son muy bien recibidos en todo el mundo. ¿En qué las áreas el país se destaca y no se sabe mucho?
—En neurociencia, Argentina es muy buena. Recontra buena, de hecho. En cardiología, es también sumamente reconocida. Tenemos muy buenas líneas de investigación en terapias para el tratamiento del cáncer, en genética molecular; tenemos muy buenos investigadores en el país, formados acá. Así que podría decirse que el nivel es altísimo.
—Cómo ves el tema de la baja participación de mujeres en ciencia, ¿sentís que esa es una deuda local?
—Argentina no es muy copado en ese tema. De hecho, venimos bastante retrasados en con las exigencias solicitadas en materia de género y eso se nota mucho en las proporciones: al momento de los ingresos, son muchas las becarias mujeres; sin embargo, cuando van pasando los años y ocupan los lugares de investigadoras y empiezan a crecer en su profesión, cada vez son menos las que van llegando. Ese es el resultado de una sociedad bastante desigual, en el que muchas mujeres se quedan en el camino y los cargos más altos son mayoritariamente ocupados por hombres. Espero que, con el correr de los años, podamos subsanar eso y tengamos un sistema más flexible para entender las necesidades de las mujeres.
Toda crisis es una oportunidad
—Según tu mirada, a pesar de la tragedia sanitaria, ¿este es un buen momento para la comunidad?
—Sí, es un súper momento. Por lo menos, sobre COVID-19, se han publicado una cantidad de trabajos récord y hoy, tal vez, el problema sea la sobreinformación, porque hay tantas publicaciones que no alcanza el sistema como para poder procesarlas a todos. De hecho, si se seguía con las estadísticas de los primeros meses, el cálculo es medio absurdo, pero se podría haber llegado a los 50 millones de papers en un año sobre un mismo tema, lo cual es una ridiculez. Pero es cierto que es un buen momento para posicionar de otra manera al ámbito científico y académico.
—¿Tenés la expectativa de que, después de todo esto, haya muchos chicos y chicas con ganas de anotarse en distintas áreas y campos de conocimiento?
—Sí, absolutamente. Muchos de los programas de televisión que hay sobre divulgación sirven para eso y, tal vez, hoy no lo vemos porque muchos de los jóvenes que van a desarrollarse en las diferentes áreas tienen entre 13 y 15 años. Cuando empecé a estudiar biología, tenía 18 años y no tenía ni idea de que era lo que me iba a encontrar. Por eso, es tan importante comunicar más y mejor nuestro trabajo. Sabemos que no vamos a convertirnos en un país mega industrializado en el corto plazo, pero podemos empezar a marcar el camino para serlo. Tenemos que dejar en claro que una mayor inversión en ciencia, lejos de ser un gasto, es pensar a futuro porque mucha gente no sabe la cantidad de dinero que genera y lo bueno que es para la economía que haya más industrias ligadas a la investigación científica. Sin ir más lejos, basta con ver con el ejemplo actual de las vacunas y los sistemas de testeos.
Un poco más sobre Ballarini
Condujo un programa de tevé para niños (‘¿NeuroQUÉ?’), escribió un libro (‘REC’), tiene una columna radial (‘Maldición’, Vorterix), y, ahora en plena pandemia, desarrolló una campaña en redes sociales (‘Info de la buena’) para compartir información certera sobre el coronavirus.
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