Azar Nafisi en diálogo con DEF. Foto: Fernando Calzada

La escritora y profesora universitaria iraní expulsada de su país por negarse a usar el velo expone su visión sobre la libertad y subraya el rol de la literatura como vehículo democratizador.

Como toda buena profesora, Azar Nafisi eligió dejar a un costado la silla que le habían preparado y permaneció de pie durante un par de horas. Quería mirar a los ojos a sus interlocutores, decenas de jóvenes de todo el país, mientras compartía con ellos su experiencia en la charla titulada “¿Puede haber democracia sin literatura?”, organizada por el Ministerio de Cultura de la Nación.

La escritora y profesora universitaria iraní asegura que la literatura es en sí misma un acto democrático y dedica buena parte de su vida a divulgar esta idea en el mundo y especialmente en EE. UU., donde vive desde 1997. “En el corazón de la lectura está la democracia”, aseveró ante los jóvenes argentinos.“Las librerías son los espacios más democráticos que van a encontrar: con autores que sostienen ideas contrapuestas, unos al lado de otros, en armonía”.

En los 80, tras ser expulsada de la Universidad de Teherán por rechazar el uso obligatorio del velo para las mujeres impuesto por la Revolución Islámica, Nafisi siguió dictando sus clases de literatura occidental a un grupo de mujeres que, con valentía, se reunían en secreto en su casa, a leer libros prohibidos por el régimen de los ayatolás. Estos encuentros y las vidas que quedaron marcadas por ellos están narrados en Leer Lolita en Teherán, que se convirtió rápidamente en best seller  y fue traducido a más de 30 idiomas. La autora explicó que las clases secretas con su pequeño grupo de alumnas se convirtieron en la única forma que tenían de sortear la censura del régimen y conectarse con el mundo “mediante la cultura, a través de lo mejor que el mundo tenía para ofrecer”.

Sus consejos para los jóvenes apuntaron a que desarrollen su propia experiencia personal con la lectura, que dediquen tiempo a crear esos espacios propios. “Leer es como enamorarse. Lean porque están enamorados, no por razones prácticas. Así es como sobreviví yo, a través de los libros”, expresó.

Tras esta charla, que incluyó ricos debates e intercambios con los jóvenes, Nafisi conversó en exclusiva con DEF.

-En 1981 usted fue expulsada de la Universidad de Teherán por no querer usar el velo. ¿Qué representa el velo para la mujer musulmana?

-En primer lugar, creo que en cualquier religión hay gente muy ortodoxa. Esto se aplica a Irán o a cualquier país musulmán. Pero hay mucha gente religiosa que no cree en usar el velo. Mi madre se consideraba musulmana pero nunca usó velo, mientras que mi abuela sí. Siempre uso este ejemplo para mostrar que mi objeción es con la falta de libertad de elección. El Estado no tiene ningún derecho a decirles a las mujeres cómo lucir en público, es una cuestión de creencia personal.

-¿Y qué representa el velo para usted?

-Yo personalmente creo que el velo objetiviza a la mujer, pero tengo muchas amigas, estudiantes, gente que respeto mucho, que lo usan. No están de acuerdo conmigo ni yo con ellos, y eso está muy bien. Lo que creo es que yo debo tener la libertad de elegir, y ellos también. Estoy en desacuerdo con cualquiera que diga que en Irán las mujeres deben usar velo.

-Es un tema de debate también en Occidente. ¿Qué opina de la idea de prohibir el uso del velo que se debate actualmente en Europa?

-Creo que eso también está mal, solo logra que la gente reaccione. El problema es que muchas veces si las mujeres no usan el velo, son echadas de sus casas. En Europa, en vez de prohibir, deberían estar creando libertades, para que las mujeres puedan tomar sus decisiones sin miedo. Deberían discutir, debatir, hablar de esto públicamente.

-En su último discurso ante la Asamblea General de la ONU, el presidente iraní Hasan Rouhani habló de su gobierno como un gobierno de moderación y paz. ¿Cuáles son en su opinión las perspectivas para los reformistas en Irán hoy?

-Tengo muchas esperanzas puestas en el pueblo y en la sociedad civil de Irán, pero este gobierno viene hablando de moderación y reformas desde hace 25 años, y no he visto nada de eso. Le creeré a Rouhani cuando vea algo de esto. Tengo mucha fe en el pueblo iraní, pero no en su gobierno.

-Volviendo a aquel momento en el que se vio obligada a abandonar Irán e instalarse en EE. UU., ¿qué encontró en ese país que no podía tener en su patria?

-En EE. UU. encontré la libertad de decir lo que quería y de reunirme con quién quisiera. También descubrí en EE. UU. que no había cárceles donde se encerrara a la gente por sus ideas o por su imaginación. Pero esa es la parte buena, la parte fácil. También me encontré con una falta de conciencia, demasiado conformismo, complacencia, una cultura que se basa cada vez más en las celebrities. Estos son los peligros que se viven hoy en EE. UU.

-Se da por sentada esa libertad…

-Yo amo la libertad, pero siempre estoy preocupada por ella, porque sé que es muy frágil. Mirá lo que pasa hoy en Venezuela o Cuba, por ejemplo. Por ello es que me pone muy feliz haber venido acá a hablarles a los jóvenes, porque tienen que entender que a la libertad hay que buscarla siempre, todo el tiempo, y que tiene un precio.



“El Estado no tiene ningún derecho a decirles
a las mujeres cómo lucir en público”



El rol de la literatura

-En sus libros usted siempre señala la importancia de la verdad y de buscar la verdad a través de la literatura. ¿Qué opinión le merece esta era de posverdad que se vive ahora?

-Es una era muy peligrosa, en particular en EE. UU. Vivimos en una era de ilusiones. Hay mucha gente que está muy dividida políticamente y que reemplaza la realidad por sus propios deseos. Contra eso tenemos que luchar. Internet complica esta lucha, porque se pueden esparcir cualquier tipo de mentiras. Mirá nada más a Trump cómo usa Twitter… Incluso sobre mí hay un montón de mentiras dando vueltas, ya ni las miro, no miro Wikipedia, porque me enoja.

-¿Cómo luchar contra esto?

-La gente debería dejar Internet. Pareciera que nunca pasamos a la acción hasta que las cosas se vuelven realmente malas. Y ya estamos en ese punto, por ejemplo, con los rusos involucrados en la elección en EE. UU… En algún momento hay que enfrentar esto y actuar.

-Usted sostiene que la literatura es uno de los aspectos clave para el buen funcionamiento de la democracia. ¿Cómo lograr que los niños se entusiasmen con la lectura en una época en que tienen tantos estímulos?

-Lo más importante es despertar su curiosidad y motivarlos a que no piensen solo en sí mismos, que abran su mente a otros, que expandan sus horizontes. Creo que por naturaleza los niños se interesan por las historias, porque quieren saber, quieren saber qué pasa, el final, y nosotros, desde chicos, les debemos enseñar no solo a leer, sino a hablar de lo que leen. Muchas veces como adultos, o los maestros, sentimos que tenemos que decirles de qué se trata el libro que les damos a leer, pero no, tenemos que dejar que ellos mismos nos cuenten de qué se trata, que tengan su propia experiencia.

-¿Cómo afecta la tecnología la experiencia de lectura?

-Creo que por un lado ahora los niños tienen acceso a lo que antes era impensable, pero por otro lado, la tecnología los desconcentra. El conocimiento que se puede obtener de Internet puede ser muy superficial, salvo que sepas cómo estás usando Internet, y que no es la única fuente a la cual recurrir para buscar información. Creo que es muy peligroso esto. Por otra parte, Internet nos aleja de la comunidad. Una de las cosas que más nos gustó a mi marido y a mí de Buenos Aires fueron los pequeños cafés, donde la gente se reúne. Si bien nunca estuvimos antes acá, al entrar a estos lugares nos sentimos en casa, porque allí hay una comunidad. En EE. UU. la gente no va a cafés para sentarse y mirarse a los ojos, lo ven por TV o en las redes sociales, no se encuentran cara a cara. Me encantó la interacción que se vive acá. Creo que si no somos cuidadosos, Internet puede llegar a robarnos la capacidad de conectarnos entre nosotros. La superficialidad de Internet es lo que me preocupa.

-Su libro La República de la imaginación se relaciona con esta idea de comunidad, ¿Qué es la República de la imaginación? ¿Dónde está?

-Es una comunidad de lectores y escritores que están conectados por la imaginación, aunque ni siquiera se conozcan entre sí. Pero es como cuando estás haciendo fila en algún lado y ves a alguien leyendo tu libro favorito y empezás a hablar y sentís como si lo conocieras desde siempre. La República de la imaginación es una comunidad de escritores y lectores que se reúnen no alrededor de la política o la raza o cuestiones de género o religión, sino porque aman los libros, ese es su pasaporte, su pasión por el saber.

-¿Qué balance hace de su visita a Buenos Aires?

-Antes de venir ya conocía Argentina a través de su literatura, con Borges, por ejemplo, que es muy querido en Irán. Sus escritores, como Manuel Puig, Julio Cortázar, ya me habían hecho viajar a Argentina.

-¿La Argentina con la que se encontró en cuanto aterrizó el avión es muy diferente a la que conocía a través de los libros?

-Sí, ¡porque es la real! Disfruté mucho de caminar por Buenos Aires, las sensaciones, las complejidades, hay tanta variedad en Argentina… Cómo definir Buenos Aires, una ciudad cuyos edificios reflejan distintos períodos históricos. Es un lugar donde cada barrio, Palermo, San Telmo o Puerto Madero, aporta para darle variedad y misterio a la ciudad. En este sentido, las novelas sí me hicieron sentir la ciudad.