Surgidas en los últimos años tras la desmovilización de los paramilitares, las bandas criminales colombianas han ocupado el espacio vacío dejado por los Cárteles de la droga. Los tentáculos de las bacrim llegan a nuestro país.
Surgidas en los últimos años, tras la desarticulación de los grandes Carteles del narcotráfico y luego de la desmovilización de los grupos paramilitares, las bandas criminales colombianas –conocidas como Bacrim– son definidas oficialmente como “estructuras delincuenciales nacionalmente desarticuladas, con un alto poder corruptor, intimidador y armado, que han combinado la producción y comercialización de drogas con la afectación violenta de los derechos y las libertades de los ciudadanos en las zonas rurales y en la periferia de algunos centros urbanos del país”. En su trabajo Las Bacrim y el crimen organizado en Colombia, el politólogo Carlos Andrés Prieto –coordinador del área “Dinámicas del conflicto y negociaciones de paz” de la Fundación Ideas para la Paz– identifica tres grupos que han confluido en las Bacrim: por un lado, reductos de los grupos desmovilizados; por otro, estructuras armadas que nunca se desmovilizaron; y un tercer conglomerado formado por sectores desmovilizados que se han rearmado como nuevos grupos, aprovechando el vacío de poder dejado por los paramilitares en las regiones donde tenían presencia.
Dentro del universo de las Bacrim, Prieto identifica cinco grandes bandas: Urabeños, Rastrojos, Renacer, Machos y sectores disidentes del Ejército Revolucionario Popular Anticomunista de Colombia (ERPAC), que, según datos oficiales y relevamientos de la propia Fundación Ideas para la Paz, tendrían presencia entre 190 y 200 municipios, con cerca de 4800 hombres en sus filas. A principios de 2012 se conoció el presunto acuerdo entre los Urabeños y los Rastrojos, que se habrían repartido el territorio nacional. Los primeros se habrían asegurado primeros la zona norte del país, desde Antioquia –departamento cuya capital es Medellín– hasta La Guajira –en el extremo norte, entre el Mar Caribe y el Océano Atlántico, fronterizo con el estado venezolano del Zulia–. Por su parte, los Rastrojos habrían ratificado su control sobre la costa del Pacífico, desde Antioquia hasta Nariño –en el extremo sudoccidental, fronterizo con Ecuador–.
Contactos en Argentina
En su informe, publicado en marzo de este año por la Friedrich Ebert Stiftung (FES), Prieto hace mención al lavado de activos por parte de estos grupos en Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay, donde también destaca “la participación de narcos colombianos en empresas legalmente constituidas”. Un claro ejemplo de este último dato es el nexo que tenía el colombiano Ignacio Álvarez Meyendorff –recientemente extraditado a EE.UU.– en nuestro país con la constructora San Judas (con domicilio legal en Puerto Madero), la empresa Fara S.A. (dedicada al cultivo de soja y maíz, con sede declarada en la calle Florida) y la mayorista de carnes Cattle de Argentina S.A. (denunciada en 2007 por la AFIP por evasión impositiva).
Por otro lado, según un informe de la red Caracol TV de Colombia, los Urabeños y La Oficina, otra bacrim con presencia en Medellín, habrían sellado una “tregua de alto el fuego durante una serie de reuniones que habrían tenido lugar en la ciudad de Buenos Aires”. Así lo difundió la cadena televisiva en su programa El Informante: