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Siria y el Premio Nobel de la Paz

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Los acontecimientos de la guerra civil en Siria han contribuido para que el Premio Nobel de Paz fuera otorgado a la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPCW). Escribe Omar Locatelli

El director general de la OPAQ, Ahmet Üzümcü (Foto: Reuters)

Siria “otorga” el Premio Nobel de la Paz

Escribe Omar Locatelli (Especial para DEF)

“El desarme siempre fue una prioridad en la voluntad de Alfred Nobel”, recordó el Comité de Noruega, aludiendo al extenso empleo de Armas Químicas desde la Primera Guerra Mundial hasta su actual empleo por Estados terroristas. Se aclaró que el premio no fue concedido exclusivamente por el trabajo que la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPCW) está realizando en Siria, “sino debido a su trabajo de muchos años.”

La OPCW fue creada en 1997 como brazo de ejecución de la Convención de Armas Química, que prohíbe a los países del mundo entero producir y usar armas químicas. Ha sido empleada, sobre todo, con el apoyo de EE.UU. y Rusia, que tenían las reservas más grandes de armas químicas, y llevaba a cabo las promesas de destruirlas. En el caso de Siria, que hasta ahora no había firmado su ingreso a la convención, se presume que el país controla el tercer reservorio mundial de este tipo de armamento no convencional.

El operativo de la OPCW en Siria se materializó luego de la iniciativa diplomática rusa, que propuso convencer al presidente sirio Bashar al-Assad de dejar sus armas químicas a cambio de que EE.UU. detuviera su accionar “quirúrgico”, como respuesta al sospechado ataque gaseoso de armas químicas en los suburbios de Damasco el 21 de agosto pasado, que mató a más de 1400 personas (ver mapa). Sin embargo, cabe aclarar que los inspectores ya habían ingresado en Siria el 19 de agosto, dos días antes de que se produjese la masacre en los suburbios de Damasco, en el vecindario rebelde de Ghouta.

La resolución del Consejo de Seguridad de ONU, votada el pasada 27 de septiembre, abala que un equipo de la OPCW-ONU afronte el peligro de encontrar y supervisar la destrucción de  aproximadamente 1.000 toneladas de armas químicas. Según los términos de la resolución, el equipo debe desmantelar antes del 1º de noviembre las instalaciones de producción de armas químicas de Siria, mientras que en el caso de las reservas químicas propiamente dichas deberán ser destruidasd antes de mediados de 2014.  Para ingresar en los primeros 20 sitios declarados por el gobierno sirio, el equipo fue acompañado por las efectivos militares del régimen. No obstante, debe llegar a lugares donde aún se combate e incluso a aquellos bajo control de los rebeldes.

La OPCW envió el 9 de octubre a 12 miembros más a Damasco para complementar el equipo inicial. En total, la organización espera que el número de inspectores para realizar el trabajo esté en el orden de decenas, no cientos, según dijo Malik Ellahi, un vocero del Director General de la organización, Ahmet Uzumcu.

El método más rápido de destrucción de las reservas a disposición de Assad sería el de sacarlos de Siria, lo que contravendría la Convención de Armas Química. No obstante, al estar la mayor parte de las armas químicas en la forma primaria de uno de su precursores – tendría que ser mezclado con otros productos químicos para ser utilizada como arma -, la OPCW espera que la neutralización de ellos, añadiendo agua y otros agentes, sería el método preferido de destrucción. Otro método común a disposición es la incineración, para lo cual se necesitaría equipamiento y lugares protegidos, aún no construidos.

Uno de los dos precursores principales del gas sarín (usado en el ataque) es el Isopropanol – alcohol de 90 grados, básicamente-, material que no puede ser comprado en ninguna farmacia. Mientras que el alcohol comercial tiene agua en un 70%, el Isopropanol para las AQ necesita de un alcohol mucho más concentrado, con menos del 1% de agua, difícil de obtener. No obstante, algunos observadores creen que los sirios usan Isopropanol menos concentrado en su gas sarín, para conservar sus preciosas reservas del precursor, lo que produciría efectos más suaves que lo normal en una víctima detalle observado en el ataque del 21 de agosto.

El plan en vigencia comprende tres pasos: la planificación; la destrucción; y, el más complicado, la verificación. Respecto de la destrucción, comprende primeramente todo lo relativo a la producción de armas químicas, ya sean sus precursores –elementos químicos que las conforman– como los lugares de mezclado y de ensamblado en los vectores de lanzamientos, para que en una segunda parte se destruyan las armas en los depósitos a disposición del gobierno.

Un día después del inicio de las acciones del primer equipo de inspectores, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, informó que éste había supervisado la primera destrucción de los componentes del arsenal, a cargo del personal sirio. Para ello se utilizaron antorchas cortantes y otros instrumentos, lo que habría permitido destruir o inutilizar una serie de elementos que incluían ojivas de misiles, bombas aéreas y artefactos de mezclado y llenado de equipos.

La ONU ha recibido un total de 13 denuncias de empleo de armas químicas, de los cuales solo en tres casos el rastro es más fresco y las pruebas, más fuertes: en diciembre de 2011, en los vecindarios de Khan al-Assal y Sheik Maqsoud –Aleppo-, y dos ataques en Homs.

El principal problema de los inspectores, que iniciaron su tarea para analizar el uso de armas químicas, es que todos los tiempos de sus previsiones para la destrucción de este tipo de armamento están calculados para cuando el conflicto haya terminado. En este caso, aún no hay siquiera un cese del fuego. De ahí, la mayor dificultad que tendrán por delante.

El autor es ex agregado de Defensa de la Embajada de la Argentina en Israel y experto en Medio Oriente.

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