Gabriel Yabo recibió cinco trasplantes a lo largo de sus 53 años. DEF pudo conversar con él para saber como lleva adelante sus días y recordar la importancia de la donación de órganos. Por Florencia Illbele
El día que Gabriel Luis Yabo recibió su cuarto riñón coincidió, cosas del destino, con el Día de la Donación de Órganos. Fue el 30 de noviembre del 2018 y aquella intervención, probablemente, lo convirtió en la persona que más trasplantes recibió en la República Argentina.
Del barrio porteño de Caballito, Yabo tiene 53 años, dos hijos (Rocío de 20 y Gastón de 18) y un historial clínico que incluye cuatro trasplantes de riñón y uno de hígado. Su primera intervención, cuenta en charla con DEF, fue a los 22, después de tres años y medio de espera y de diálisis. “Cuando arranqué a dializarme, a los 19, fue como chocar contra una pared. Me acuerdo que a la tercera sesión le pregunté al chico que se sentaba al lado: ‘¿Y vos cuándo te vas de vacaciones?’. El pibe me miró y me contestó: ‘No puedo irme de vacaciones porque no puedo dejar de hacer diálisis’”, cuenta Gabriel que, hasta ese momento, jugaba al vóley en Boca, al fútbol en GEBA y estudiaba Ciencias Económicas.
La espera del riñón fue dura. “Mis viejos se movieron por todos lados. Estuvimos a punto de que me trasplantaran en Cuba”, recuerda. Finalmente, en marzo de 1990, consiguió un donante en Chile. “Viajé. Me hice los estudios y me operé. Estuve un mes recuperándome allá y después regresé a Argentina. Ese trasplante me duró dos años. No existían los medicamentos ni la tecnología de ahora”, explica Gabriel, que más adelante llegó a necesitar 30 transfusiones de sangre en un año y, en alguna de esas donaciones, contrajo hepatitis C.
CON VOZ PROPIA
-¿Cómo esperaste tu primer trasplante en 1993? ¿Qué diferencias percibís con respecto al último en 2018?
–En el primero tenía 22 años y, a pesar de que muchas veces salía de dializarme descompensado, con dolores de cabeza, vómitos y baja presión, quería seguir haciendo mi vida. La noche previa a mi viaje a Chile, fui a un bar a jugar al backgammon con una chica. Cuando se enteró mi papá me vino a buscar desesperado. El último, en cambio, fue a los 50 años y, antes de trasplantarme ese riñón, rechazaron seis operativos. Fue muy distinto.
-¿Alguna vez tuviste más miedo que otra?
–Cuando más miedo tuve fue en el tercer trasplante, que fue de hígado y riñón, pero no porque fuera doble, sino porque a esa altura de mi vida tenía dos hijos. Antes de entrar al quirófano le dije a mi mujer: “Por favor, cuidalos”. Conozco muchas personas que se trasplantaron una vez y, en algún momento, dijeron: “Basta” y no quisieron volver a hacerlo. Por ahí yo fui medio kamikaze, pero bueno… Siempre aposté a la vida y creo que de eso se trata la donación de órganos.
-¿En algún momento pensaste que tu salud podía ser un impedimento para estar en pareja o formar una familia?
-Al principio, cuando tenía 19 años, sí. Me acuerdo que iba a bailar y cuando se me acercaba una chica le decía: “Yo soy Gabriel Yabo y hago diálisis”. Era mi forma de arrancar una conversación. En el 1995, antes de recibir mi segundo riñón, me dejó mi novia. Habíamos salido durante cinco años y para mí fue muy duro. Dos años después, en 1997, conocí a mi actual mujer y a los pocos meses nos casamos. A mí me costó tomar la decisión de tener hijos porque no quería que les pasara lo que me pasó a mí. Entonces me hice un montón de estudios para ver si podía transmitir algo. El origen de mi enfermedad no se sabía ciertamente. Podía ser un síndrome, que se llama Alport. Lo cierto es que tenía una nefritis, un problema renal y hay dos tratamientos para eso: la hemodiálisis o el trasplante.

algo”. Foto: Fernando Calzada.
-¿Cuánto tiempo puede durar un órgano trasplantado?
-No hay una regla. Depende de varios factores. No es lo mismo un donante vivo que un donante cadavérico. También hay que contemplar la calidad de vida del paciente. La medicación de antes no era como la de ahora. En ese momento, el principal inmunosupresor (N. de la R.: medicación obligatoria para disminuir la reacción del organismo frente al órgano trasplantado; es lo que se conoce como “rechazo”) se llamaba Ciclosporina, y a mí me causaba mucha toxicidad en los riñones. A eso sumale mi hepatitis C, que causó cirrosis en el hígado. Por eso tuve que trasplantarme doble.
-¿Cómo es un día en la vida de una persona que tiene cinco trasplantes?
-Tenés que llevar una dieta equilibrada: no podés comer proteína en exceso, tenés que evitar la sal y tomar mucho líquido. En mi caso, como tengo varios trasplantes de riñón, me recomendaron que no practique deportes de contacto porque cualquier golpe fuerte puede hacerme correr el riesgo de perderlo. Por supuesto, hay que ser extremadamente cumplidor con la medicación, pero para mí eso nunca fue algo traumático. Durante la pandemia potencié los recaudos y me quedé en casa. Solo salgo una vez por mes para hacerme los chequeos en el Hospital Alemán.
-¿Qué le dirías a los que no están convencidos de donar órganos?
-Que los órganos no van al cielo. Que un órgano no equivale a una vida, sino a múltiples vidas. El donante chileno que posibilitó mi primer trasplante y el que me donó mi segundo riñón, no solo me dieron la vida a mí, sino a mis dos hijos.
-¿Vos sentís que tu vida es un milagro?
-Yo creo en Dios, pero pienso que esto va más allá de la fe. Donar órganos involucra a muchas personas: los donantes, los familiares, los enfermeros, los médicos, los choferes que transportan los órganos. No es un milagro: son un montón de milagros. Dios quiera que este trasplante me dure hasta que me vaya. A esta altura de mi vida, y con los riesgos que implica, no sé si me lo volvería a trasplantar. Mi cuerpo tiene otro desgaste.
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