Mientras la vuelta a la escuela se demora, dos docentes cuentan su experiencia educativa en medio de la pandemia. Por Fernando Villa y Javier Godoy.
Desde que se desató la pandemia, el mundo experimenta una situación que nunca antes vivió: el aislamiento y la suspensión de todo tipo de actividades. A poco más de 40 días de las medidas impuestas por el gobierno nacional, Argentina analiza la flexibilización de algunos rubros; sin embargo, la educación pareciera no estar contemplada en los planes inmediatos.
En este contexto y con la vuelta a clases demorada, los modelos educativos se vieron obligados a una reestructuración y a la superación de un sinfín de inconvenientes y obstáculos. Pero, mientras muchos destacan los beneficios ofrecidos por la tecnología y se maravillan ante las luces que ofrecen las plataformas digitales, la realidad de los maestros en zonas rurales y de emergencia es completamente diferente.
“Los niños no cuentan con computadoras y, en la mayoría de las familias, hay un solo celular para cuatro o más niños. Además, en muchas ocasiones, no estamos hablando de smartphones y a eso se le deben sumar las dificultades económicas, que complican aún más las cosas porque tienen que cargar crédito para tener datos y poder recibir y contestar tareas”, dice Claudia Manzano. Ella es la directora maestra del colegio Antonio Luis Berutti, ubicado en Barrancas, un modesto distrito del departamento de Maipú, en la provincia de Mendoza, que cuenta con poco más de 3000 habitantes y se encuentra a 35 kilómetros de la capital. Nos explica que, debido a los bajos recursos, las clases se llevan adelante vía WhatsApp.
–¿Qué cosas tuvieron que cambiar para adaptarse a esta situación?
Claudia Manzano: –Básicamente, se adaptó la manera de enseñar. Es muy difícil explicar a través de audios y, si bien venimos trabajando desde hace tiempo en el desarrollo de capacidades, hoy más que nunca se hace foco en ello y no solo en saberes o contenidos. Las tareas deben ser significativas e invitar a los alumnos a pensar, leer, producir, jugar y explorar diferentes mundos dentro de las posibilidades que esta situación nos permite.

–¿Cómo hacen cuando alguno de los alumnos no tiene acceso al nivel de conectividad ideal?
C.M.: –En realidad, casi ninguno tiene buena conectividad. Lo que hacemos es esperar a que puedan responder sus tareas dándoles tiempo y siendo empáticos con las situaciones que a cada uno le toca vivir. Es una comunidad pequeña y conocemos su realidad. Los niños con más dificultades de conectividad recibieron cuadernillos enviados por autoridades nacionales y, en algunos casos, se pudo llegar con cuadernillos de fotocopias enviadas por el docente. Los llamamos para saber cuáles son las dificultades que tienen y, en los casos más extremos, solicitamos ayuda a la asistente social, psicóloga o psicopedagoga de la sección.
–¿Cuáles son algunas de las consultas más frecuentes de los más chicos? ¿Ellos les plantean que se les dificultan los niveles de concentración?
C.M.: –Muchas de las consultas provienen de los padres, porque la situación genera mucha ansiedad e incertidumbre en todas las familias. Las dificultades en la concentración se dan, especialmente, en aquellos hogares en los cuales el único recurso tecnológico es un celular y debe ser compartido por varios niños con distintas tareas. Otra de las situaciones que también genera angustia en los padres es el hecho de no saber cómo explicar o ayudar a sus hijos en la realización de tareas que ellos mismos no entienden.
Por su parte, Gabriela Calzada, directora de una escuela en la E.P. Nº 15, de la provincia de Buenos Aires, dice que el sistema de clases implementado “es virtual, vía mail y a través de salas virtuales en WhatsApp, además de los cuadernillos implementados por el Ministerio de Educación”, pero que “a algunas familias se les complica usar estas herramientas por falta de conocimiento”. Comenta que la mayoría de las dificultades se presentan a la hora de no comprender las consignas. Además, agrega que los niveles de desconcentración están relacionados a dos grandes motivos: uno de ellos es que los alumnos no tienen organizados sus horarios, y el otro es que en algunos hogares solo existe una computadora o un smartphone para toda una familia de varios integrantes.

–¿Sentís que la situación actual deja en claro que la presencia en el aula es irreemplazable?
Gabriela Calzada: –Creo que es muy importante la enseñanza en el aula. Hoy nos falta el ida y vuelta de las consignas pedagógicas y el hecho de poder aclarar dificultades, sobre todo en el caso de los alumnos integrados.
–En Alemania, el semanario Der Spiegel publicó un artículo sobre lo viejo que habían quedado buena parte de los sistemas de educación tradicionales, ¿coincidís con esta visión? ¿es un buen momento para iniciar una transformación de base?
G.C.: –Mirá, esto depende de cómo y con qué nos vamos a encontrar en los aprendizajes de los chicos. Por lo pronto, estoy seguro de que modificaremos los contenidos según sus necesidades, porque la escuela siempre se encuentra realizando transformaciones para poder lograr una trayectoria escolar exitosa.
–¿Creés que es una oportunidad para revalorizar la profesión?
G.C.: –Creo que sí, porque en muy poco tiempo los docentes tuvimos que aprender otras formas de enseñar y de estar en contacto con los niños y las niñas para poder contener emocionalmente tanto a ellos como a sus familias.
Claudia tiene una visión similar a la de Gabriela sobre este tema: “Son claves la mediación con el docente, el trabajo con el otro, la comunicación verbal y gestual entre pares, sin contar la cotidianeidad, la convivencia y los hábitos que brindan seguridad y producen un aprendizaje que va mucho más allá de los libros y que tiene que ver con las relaciones humanas.
–¿Cómo se imaginan sus labores después de que pase la pandemia?
G.C.: –Toda la sociedad va ser distinta y no me imagino cómo será ese momento. Lo único que me gustaría es que las familias revean y cambien sus actitudes hacia nosotros y se den cuenta de lo difícil que es enseñar y aprender.
C.M.: –Creo que será un gran desafío de parte de todo el sistema educativo. Me imagino un regreso con muchas expectativas. Estoy muy atenta a esa vuelta a clases y me pondrá muy feliz de volver a estar en contacto con niños y adultos que conforman la comunidad educativa.