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“El camino para Argentina es la integración o la intrascendencia”

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En diálogo con DEF, el excanciller Rafael Bielsa repasó los principales temas de la agenda exterior de nuestro país.

bielsa

Al referirse al actual escenario mundial, Rafael Bielsa no duda en señalar que asistimos a un “retroceso relativo de la influencia global de EE. UU., que va de la mano de un aumento progresivo de la influencia de nuevos actores como son la cuenca de Asia-Pacífico, China e India”. Considera que, en este cambiante escenario mundial, “lo ideal sería que pudiéramos salir al mundo a capturar mercados junto a Brasil como bloque”, aunque admite que necesitamos una buena dosis de paciencia y rigurosidad para ir administrando las asimetrías comerciales que aún existen con nuestro principal socio. A su vez, propone: “Los argentinos tenemos que pensarnos como un país con muchos clientes y una oferta diversificada, con valor agregado y mucho conocimiento añadido”.

BRASIL, UN NUEVO ACTOR GLOBAL


-Como canciller usted fue testigo de los primeros acercamientos entre Néstor Kirchner y Lula, quienes relanzaron la relación bilateral desde un enfoque que iba más allá de lo meramente económico. Transcurridos ocho años, ¿cómo ve la relación actual con Brasil?

-El proceso de integración en el marco del Mercosur y la extensión de una unión aduanera hacia una instancia más amplia ha sido una política de Estado en materia de relaciones internacionales. Para no desilusionarse, hay que tener presente que no siempre en un proceso de integración todos ganan; hay momentos en los cuales es necesario moderar las expectativas. Va a seguir habiendo diferencias comerciales. Tengamos en cuenta una serie de factores que están ocurriendo al mismo tiempo. En Brasil se está dando un proceso de devaluación del real y hay, al mismo tiempo, un fuerte incentivo a las exportaciones. Eso se da en el contexto de un Ministerio de Desarrollo y de un Banco Central brasileños que están teniendo un papel muy activo. Brasil está absorbiendo la realidad de un mundo que cambia, en el que se ha convertido en un jugador global. Es un país que tiene un producto bruto interno cinco veces más grande que el nuestro y que es prácticamente igual al de Gran Bretaña. Por lo tanto, está más sujeto a los golpes de la crisis internacional. Nosotros sufrimos en la medida en que sufre Brasil.

-Todavía existen asimetrías comerciales entre Brasil y Argentina.

-Hoy, en algunos sectores, venderle a Brasil se hace muy complicado porque hay intervenciones de la Receita Federal (NdR: la AFIP brasileña) y de la Aduana, que a veces son difíciles de comprender.

-Sin embargo, cuando ocurren estos diferendos con Brasil, se suele responsabilizar a la Argentina por las trabas comerciales.

-Es una vieja costumbre de la prensa argentina, que ante cualquier situación en la cual hay un conflicto entre los intereses de nuestro país y los extranjeros, toma partido por estos últimos.  Nosotros nos defendemos en sectores en los que tenemos que defendernos. Argentina es un país que ha sido golpeado por una dictadura que lo devastó con la “bicicleta financiera” y la “plata dulce”; tomó un país con 6000 millones de dólares de deuda y lo dejó con 43.000 millones de dólares. Luego, en la década del 90, había 55.000 millones de dólares de deuda y se llegó a 150.000 millones de dólares, y además Argentina se quedó sin ninguno de sus activos públicos. Es un país que expulsó mano de obra y cerró los colegios industriales. Reconstruir todo ese entramado no es una tarea sencilla; requiere una extraordinaria fuerza de voluntad. Y finalmente, a Brasil no le conviene tener a su lado una Argentina desordenada, por lo cual tampoco es un buen negocio político para ellos hacer un takeover, tratando de vendernos mercaderías que tienen en sobre-stock porque afectarían nuestros niveles de empleo y a los argentinos eso nos desordena. Hace falta, entonces, mucha sabiduría para administrar estos procesos.

-¿Está conforme con el nivel actual de la relación bilateral?

-Yo creo que el tándem Lula-Kirchner fue una pareja política que funcionó muy bien; Lula dando muestras de lo que él llamaba “la paciencia estratégica” y Kirchner con su obsesión por la reconstrucción nacional. Haciendo esfuerzos recíprocos, logramos establecer una relación armoniosa donde hay muchos más claros que oscuros, más allá de las licencias no automáticas, de las medidas paraarancelarias y de las llamadas “investigaciones de origen”, que en realidad ocultan una medida paraarancelaria.

-Usted aseguró, a poco de asumir, que “los liderazgos no se disputan” y que hubiese sido estúpido disputarle a Brasil su liderazgo regional. ¿Cree que Brasil está ejerciendo bien ese rol?

-Lo que yo decía era que no podíamos discutirle a Brasil un liderazgo de volumen. Un crecimiento económico ofrece la oportunidad de una mayor influencia diplomática, lo que a su vez obliga a una mayor inversión en defensa. Es lo mismo que le está pasando a China. Por eso, me pareció una excepcional opción estratégica la que Brasil hizo el año pasado cuando firmó con Francia el convenio de cooperación por el cual le compró la quilla Scorpène, con la transferencia de tecnología, que le va a permitir fabricar su submarino nuclear. Brasil tiene en la Cuenca de Santos una importante cantidad de reservas de hidrocarburos. Debe entonces tener una correlativa capacidad de disuasión y eso se mide en términos castrenses. Esta nueva influencia internacional explica también por qué Brasil decidió hacer una jugada muy arriesgada: la propuesta de triangular con Turquía la provisión de insumos para el desarrollo nuclear iraní, con la provisión de agua pesada. No terminó bien porque en determinado momento EE. UU. le paró los pies. Es natural que Brasil empiece a jugar en el mundo con otros interlocutores y se convierta en un actor al que hay que escuchar.

“UNA POLÍTICA EXTERIOR SOBERANA”


-En cuanto a las relaciones entre Argentina y Venezuela, el presidente Chávez tiene vínculos que no son muy compatibles con nuestra política exterior, como es su estrecha amistad con Mahmud Ahmadinejad y su cercanía con el régimen iraní. ¿Cómo repercute esta situación en la agenda bilateral?

-Una norma de política exterior que tuvimos desde el comienzo del gobierno de Néstor Kirchner, y ha seguido siendo así, fue la siguiente: mantener una relación de respeto con un país no implica heredar sus enemigos y tener una relación profunda con otro país no implica heredar sus amigos. Podemos tener una relación fraterna con la Venezuela gobernada por Hugo Chávez, que nos ayudó mucho cuando no teníamos financiación internacional y teníamos necesidad de insumos en materia de hidrocarburos. Eso no implica heredar su amistad con Ahmadinejad ni su alineamiento con Irán. Es una actitud muy distinta de la que teníamos en otras épocas, cuando los atlantistas acuñaron la triste frase de las “relaciones carnales”. A mí me parece que es muy valioso que un país tenga relaciones de integración. Para un país como Argentina, el camino es la integración o la intrascendencia. No hay margen para una posición intermedia. Pero al mismo tiempo que uno tiene claro ese objetivo, eso no significa una sumisión de nuestra política exterior a la de ningún otro Estado. Hoy Argentina tiene una política exterior absolutamente soberana.

-Los detractores de la actual política exterior argentina cuestionan que nuestra estrategia internacional esté subordinada a la política interna. ¿Cuál es su opinión al respecto?

-Si usted lee una biografía de Richelieu, una biografía de Von Bismarck o “La diplomacia” de Henry Kissinger, desde la raison d’etat hasta la realpolitik, pasando por la hegemonía norteamericana, siempre va a encontrar que la política exterior es una emanación de la política doméstica. Es así. Lo que nos quieren decir, en realidad, es que Argentina no mantiene políticas de Estado y quizás esa sea la médula de la decadencia nacional y de la pérdida de posiciones relativas. ¿Por qué no hemos mantenido políticas de Estado en este y otros ámbitos? Porque no hubo continuidad institucional. Cuando se observan las decisiones que tomó el país respecto de sí mismo, se entiende por qué razón se perdieron posiciones relativas. No es gratis que nos haya pasado todo lo que nos pasó. Las dictaduras siempre dejaron un país más endeudado y con menos capital humano que el que encontraron al asumir el poder. Siempre dejaron al país con una democracia débil. Tenemos que hacernos cargo también del derrumbe de 2001 y de la salida traumática de una ficción como era la ley de convertibilidad. Hay que hacerse cargo de esas situaciones.

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