Con 91 millones de afiliados, la mayor organización política del planeta se propone convertir al gigante asiático en la principal potencia económica y superar así a EE. UU. como líder del mundo global. Por Mariano Roca
A comienzos de la segunda década del siglo pasado, el sistema capitalista marcaba el rumbo del planeta, pero en la Unión Soviética tenía lugar, luego de la revolución de octubre de 1917, el primer experimento comunista. En ese contexto, el 1º de julio de 1921, en Shanghái, un grupo de dirigentes liderados por Mao Tse-Tung fundaba el Partido Comunista de China. Con la proclamación de la República Popular, en octubre de 1949, se transformaría en el partido oficial del régimen que gobierna desde entonces el país asiático.
La recuperación de la dignidad nacional, la integridad territorial, el desarrollo económico, la mejora en los índices sociales y la erradicación de la pobreza extrema son los principales logros de esta fuerza política, que festeja en estos días su centenario. Así lo señaló el politólogo Patricio Giusto, director del Observatorio Sino-Argentino, en diálogo con DEF: “China era un territorio desintegrado. Había sido devastado por las consecuencias de la guerra civil y de todo un período previo, que los chinos denominan ‘el siglo de la humillación’, donde el país había estado ocupado por una serie de potencias colonialistas”.

CHINA Y LAS REFORMAS ECONÓMICAS
Hubo que esperar hasta finales de la década del 70 para que las autoridades acometieran las reformas económicas, tras el fracaso de las políticas colectivistas de la etapa de Mao. Al explicar las claves del milagro chino, Gusto destacó la figura de Deng Xiaoping: “Él había sido sancionado, junto a otros miembros importantes del partido que eran considerados reformistas de avanzada, pro-capitalistas. En 1978, ese grupo tomó el poder y Deng tuvo una visión muy inteligente de gradualismo económico, manteniendo el rumbo político con el Partido Comunista en el epicentro”. Lo que se quiso evitar fue la experiencia de la Unión Soviética, que, tal como señaló este analista, “colapsó por un gran fracaso económico y un proceso posterior de apertura política muy mal manejado”.
Un ejemplo de la inteligencia de Deng y sus reformas focalizadas es la ciudad de Shenzhen, convertida en una de las más exitosas zonas económica especiales. Se trata, tal como recordó Patricio Gusto, de “una antigua aldea miserable de 30.000 pescadores, que se ha convertido hoy en el mayor polo tecnológico de China y uno de los más importantes del mundo”.

CHINA, UNA POTENCIA CON NUEVOS DESAFÍOS
La pregunta, de cara a los cien años de la República Popular que se celebrarán en 2049, es si el gigante asiático logrará convertirse en la mayor potencia económica del planeta. “Si tomamos la trayectoria de los últimos 40 años, pareciera un proceso inexorable”, destacó Gusto, quien recordó que uno de los principales retos de China fue superar el aislamiento internacional e integrarse, a partir de los últimos 20 años, al concierto económico mundial. Un hito, en ese sentido, fue su ingreso a fines de 2001 a la Organización Mundial del Comercio.
“La trayectoria indica que mucho antes de 2049 China va a estar consolidada como la mayor potencia económica del mundo”, afirma, convencido, el director del Observatorio Sino-Argentino y profesor visitante de la Universidad de Zhejiang. Matiza que, en el plano militar, la brecha con EE. UU. probablemente se mantenga. Al mismo tiempo, precisó, “China enfrenta desafíos extraordinarios tanto en el frente externo como el interno”.

EL DESAFÍO DE ENCANTAR A LOS MÁS JÓVENES
Entre los mayores retos externos, Gusto citó el conflicto comercial con EE. UU., que “va a seguir profundizándose porque están en disputa cuestiones estratégicas y geopolíticas, como el desarrollo tecnológico en algunos campos clave”. También hizo referencia a las consecuencias económicas de la pandemia de COVID-19, que ha hecho que “China haya tenido que reacomodar su estrategia económica”.
En el plano interno, apuntó al envejecimiento de la población, un problema que ha encendido la luz de alerta de las autoridades “pese a las políticas de incentivo, iniciadas hace seis años, para aumentar la tasa de natalidad, que aún no han dado los resultados esperados”.
Por último, aludió a las tensiones internas con la minoría musulmana uigur de la región de Xinjiang, el problema del Tíbet, las protestas contra el autoritarismo del régimen en Hong Kong y la cuestión irresuelta de Taiwán, considerada por Pekín como la “provincia rebelde”, que mantiene una independencia de facto y desafía las amenazas chinas de uso de la fuerza para recuperar ese territorio.
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